MILENIO. San Atilano y Tarazona
(1009-2009)
Espacio Cultural «San Atilano» de Tarazona
3 de julio al 12 de octubre de 2009
Martes a viernes de 17 a 20:30 h.
Sábados, domingos y festivos de 11 a 14 h.
y de 17 a 20:30 h.
Contacto:
Fundación Tarazona Monumental
Plaza de España, 8. 50500 – Tarazona (Zaragoza)
Teléfono y Fax 976 642 643
www.tarazonamonumental.es
fundacion@tarazonamonumental.es
FUNDACIÓN TARAZONA MONUMENTAL
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Vicepresidente
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Patronos
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Subdirector General de la Caja de Ahorros de la Inmaculada
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Vicario General de la Diócesis de Tarazona
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Vicepresidente del Cabildo Catedralicio de Tarazona
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1ª Teniente de Alcalde de Tarazona
2
Exposición
Organiza
Fundación Tarazona Monumental
Comisariado
Rebeca Carretero Calvo
Jesús Criado Mainar
Restauraciones
360º Raúl Blanco & David Ulibarri C.B.
Esther Cruz Arias
Escuela Superior de Conservación y Restauración de
Bienes Culturales de Aragón de Huesca
Isabel Páramo Abellán y Patricia Álvarez Zamora
Sergio Robles Salgado
Montaje y diseño expositivo
ASF Imagen
Transporte
Manterola
Seguros
Reale Seguros Generales S.A.
(Comín E. F. Correduría de Seguros)
Catálogo
Edita
Fundación Tarazona Monumental
Coordinación
Rebeca Carretero Calvo
Jesús Criado Mainar
Textos de presentación
Fernando Gil Martínez
Luis María Beamonte Mesa
Demetrio Fernández González
Estudios
Mª Teresa Ainaga Andrés
Rebeca Carretero Calvo
Jesús Criado Mainar
José Ignacio Gómez Zorraquino
José Ángel Rivera de las Heras
Fichas del catálogo
Mª Teresa Ainaga Andrés
Aurelio A. Barrón García
Gonzalo M. Borrás Gualis
Rebeca Carretero Calvo
Jesús Criado Mainar
Juan Francisco Esteban Lorente
José Ignacio Gómez Zorraquino
Juan Carlos Lozano López
Ignacio Miguéliz Valcarlos
José Ángel Rivera de las Heras
Luis Roy Sinusía
Fotografías
José Latova Fernández-Luna para ASF Imagen,
salvo las consignadas a continuación:
Javier Agote pp. 40 y 268.
Archivo de la Asociación de Vecinos «El Cinto»
de Tarazona p. 129.
Archivo de la Catedral de Tarazona p. 231.
Archivo del Centro de Estudios Turiasonenses
pp. 104, 117 y 215.
Archivo Fotográfico. Museo Nacional del Prado (Madrid)
pp. 208, 210 y 211.
Archivo Histórico Nacional, Sección de
Reproducción de Documentos (Madrid) p. 55.
Archivo Jesús Custardoy Ciordia p. 110.
Archivo Municipal de Tarazona
pp. 124-125, 246, 248 y 249.
Archivo Oronoz p. 72.
Juan Asensio p. 78.
Aurelio A. Barrón García pp. 176, 179, 181, 183 y 185.
Rebeca Carretero Calvo pp. 41 y 114 [arriba].
Antonio Ceruelo Caro p. 93.
Rafael Lapuente San Pedro pp. 18 y 76.
Javier Paricio Royo p. 19.
Jesús María Ramos García p. 134.
José Ángel Rivera de las Heras pp. 52-53, 59, 62 [arriba],
64 [abajo], 65 [arriba], 68 y 69.
David Sancho Bello pp. 114 [abajo] y 155.
© Excmo. Cabildo de la Catedral de Tarazona
©Obispado de Tarazona
Agradecimientos
Archivo Histórico Nacional de Madrid, Asociación de
Vecinos «El Cinto» de Tarazona, Ayuntamiento de Tarazona, Cabildo de la Catedral de Tarazona, Cabildo de la
Catedral de Toledo, Cabildo de la Catedral de Zamora,
Caja de Ahorros de la Inmaculada, Centro de Estudios
Turiasonenses, Convento de carmelitas descalzas de San
José de Zaragoza, Diputación Provincial de Zaragoza,
Museo del Ampurdán de Figueras, Museo Nacional del
Prado, Obispado de Tarazona, Obispado de Zamora, Parroquia de Santa María Magdalena de Los Fayos, Parroquia de Santa María Magdalena de Tarazona, Seminario
Diocesano de la Inmaculada de Tarazona, Testimonio
Compañía Editorial S. A.
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Cristina Alonso, José Aragüés Aldaz, Carlos Becerril Rodrigo, Carmelo Borobia Isasa, José Ignacio Calvo Ruata,
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Coloma Lalinde, Jesús Custardoy Ciordia, M.ª Victoria
Custardoy Hernández, José Ramón García Ureña, Fernando Giménez Villar, Isaac González Gordo, José M.ª Gutiérrez Bravo, Manuel Jiménez Villarino, Rafael Lapuente
San Pedro, Antonio Latorre Mainar, José Manuel Led
Huerta, José Carlos de Lera Maíllo, Félix López López de
Ullibarri, Luis Murillo, Paz Navarro Pérez, Enrique Olmos,
Cirilo Ortín Royo, Arturo Puente Plana, José M.ª Royo
Vázquez, David Sancho Bello, Mª José Tarifa Castilla, Ignacio Tomás Cánovas.
Colabora:
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1 / 1996, de 12 de abril.
3
ÍNDICE
PRESENTACIONES
Fernando GIL MARTÍNEZ ................................................................................................7
Luis María BEAMONTE MESA ..........................................................................................9
Demetrio FERNÁNDEZ GONZÁLEZ ................................................................................11
Rebeca CARRETERO CALVO y Jesús CRIADO MAINAR .................................................13
ESTUDIOS
La familia benedictina «coloca» a tres de sus hijos
santos patronos de Tarazona .................................................................................15
José Ignacio GÓMEZ ZORRAQUINO
San Atilano: monje, obispo, santo .........................................................................51
José Ángel RIVERA DE LAS HERAS
San Atilano, patrón de Tarazona. Historia de una devoción..........................73
M.ª Teresa AINAGA ANDRÉS y Rebeca CARRETERO CALVO
La iglesia de San Atilano construida sobre su casa natal................................111
Rebeca CARRETERO CALVO
Jalones de una devoción.
San Atilano en las fuentes documentales turiasonenses...........................................135
M.ª Teresa AINAGA ANDRÉS, Rebeca CARRETERO CALVO y Jesús CRIADO MAINAR
CATÁLOGO.............................................................................................................173
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES ..............................................................................307
5
San Atilano, patrón de Tarazona.
Historia de una devoción.
M.ª Teresa Ainaga Andrés y Rebeca Carretero Calvo
L
a elevación de San Atilano, obispo de Zamora, al rango de patrón de Tarazona,
ciudad que según la tradición le había visto
nacer, el complejo proceso seguido para la
obtención de una de sus reliquias, conservadas en la iglesia de San Pedro y San Ildefonso
de Zamora, y las sucesivas iniciativas para
rendirles culto de manera honrosa constituyen uno de los ejes básicos de la vida turiasonense de los siglos XVII y XVIII. En torno
a esta cuestión gira una parte destacada de la
religiosidad de la ciudad y de su ciclo festivo
a los que, por desgracia, las fuentes tan sólo
nos permiten acercarnos de modo parcial.
Son estas, y no otras, las facetas del problema que nuestro trabajo abordará a partir
de la información reunida tanto en archivos
de Tarazona como de Zamora y de la que proporcionan las obras de arte –básicamente relicarios, pinturas y esculturas– que la devoción
al patrono auspició. No entraremos, pues, en
la vidriosa cuestión del posible carácter apócrifo de un santo que Tarazona «descubriría»
a raíz de la aparición en 1596 del libro que fray
Atanasio de Lobera1 dedicó al obispado de
León, a su patrono San Froilán y al compañero de éste, San Atilano –de hecho, tan sólo
conocemos una cita anterior, de 1592–, pues
José Ángel Rivera de las Heras hace cumplida
referencia a todo ello en otro estudio de este
trabajo desde la perspectiva de las fuentes y la
historiografía zamoranas.
Retablo mayor. Catedral de Tarazona,
hacia 1605-1610.
Lo que realmente atañe a nuestra investigación es el interés que San Atilano suscitó
en la Tarazona de finales del siglo XVI. Creemos que su cabildo catedralicio atisbó en
esta figura un elemento valioso para imponer
su preeminencia hagiográfica –y, por ende,
jurídica– sobre otros territorios del obispado
que aspiraban a segregarse de la sede, sirviéndose de los decretos del Concilio de Trento
(1545-1563) que habían apoyado y aún recomendado la potenciación del culto a los santos de las iglesias locales.2 Los canónigos
turiasonenses se dieron prisa en colegiar a
San Atilano con los dos patronos medievales
de la diócesis, San Prudencio y San Gaudioso, y con San Millán –un santo aún más
problemático que el de Zamora–, incluyéndolos a todos en el nuevo retablo mayor
(hacia 1605-1610) de la Seo, que sufragó el
obispo fray Diego de Yepes.
También comprobaremos el entusiasmo
con que poco después el municipio hizo propio este fervor elevando a San Atilano a la categoría de patrón de la ciudad en 1617 para,
a su vez, reforzar su posición frente al cabildo
catedralicio y poner en marcha un complejo
operativo orientado a recabar los apoyos necesarios para hacerse con la reliquia del prelado zamorano. Esto último no se lograría
hasta 1644, en un proceso que en algunos aspectos recuerda al que José Ignacio Gómez
Zorraquino ha descrito de modo ejemplar
para la ciudad de Huesca en el siglo XVII.3
Una historia, pues, alentada en primera
instancia en el seno del cabildo pero que en
pocos años abanderaría la ciudad, si bien fue
73
Busto relicario de San Millán. Catedral de Tarazona,
hacia 1642.
precisa la colaboración de ambas instituciones –cuyas relaciones atravesaron con frecuencia situaciones difíciles en lo tocante a
San Atilano y su culto– para conseguir la ansiada reliquia con la mediación de Felipe IV
y su esposa, la reina Isabel de Borbón.
El problema de las
fuentes documentales
La tarea de historiar la lenta construcción
de la devoción a San Atilano, hijo y patrón
de Tarazona, se enfrenta a barreras nada fáciles de salvar derivadas de la pérdida de una
parte significativa de la documentación que
este proceso generó y la imposibilidad de acceder a otra parte asimismo fundamental.
Ante todo, es preciso comenzar señalando
que las gestiones para alcanzar una reliquia
del santo las compartieron el cabildo catedralicio y el municipio, lo que obliga a que el estudio de este problema adopte como punto
de partida la revisión de los contenidos de los
archivos de dichas instituciones.
74
No ha sido posible la consulta de los ricos
fondos del archivo de Santa María de la
Huerta, cuyas actas capitulares incluyen la
más temprana noticia conocida –del año
1598– que revela el interés del clero de la Seo
por el santo prelado y por la consecución de
sus reliquias. Este hecho genera una situación
de gran dificultad, dado que sus datos no
pueden reemplazarse por los que ofrecen
otros archivos. Téngase en cuenta que si bien
en algunos momentos el cabildo catedralicio
y el municipio fueron de la mano, en otros
surgieron diferencias entre ambas instituciones que, como mucho, conocemos desde la
perspectiva del consejo turiasonense. De
hecho, ni siquiera estamos en condiciones de
evaluar esa información, de la que tan sólo
tenemos constancia por las publicaciones de
carácter general de José M.ª Sanz Artibucilla,4
antiguo canónigo, y por algunos datos puntuales –aunque angulares– que hemos reunido en oportunidades anteriores.
Si bien por otras razones, el análisis de la
documentación municipal está lejos de ofrecer un rendimiento satisfactorio. Para el periodo objeto de nuestro estudio, que principia
en los años finales del siglo XVI y alcanza
hasta finales del siglo XVIII, los fondos conservados son una porción mínima de los que
generó esta institución y, además, la sección
fundamental, los libros de secretaría, forman
parte del Archivo Histórico de Protocolos
dado que durante siglos los secretarios de la
ciudad guardaron los registros y documentos
que testificaron para esta institución junto a
sus protocolos ordinarios, costumbre medieval que ya en 1752 el juez visitador de escribanos consideraba inapropiada.5
Nada subsiste de la correspondencia municipal o de la sección de mayordomía, que
hubieran proporcionado datos preciosos
sobre las gestiones encaminadas a la obtención de la reliquia o de los festejos que la ciudad organizaba para honrar a su patrono. La
situación venía de antiguo, pues ya en 1617,
en una reunión del consejo se informaba de
que el archivo de la ciudad estaba en mal estado y era preciso ordenarlo, tarea encomendada a dos notarios de número que, además,
confeccionaron un inventario denominado
libro de derechos y privilegios.6 De otra parte, el
racional redactaría un libro con las cosas memorables, como hacían las universidades bien
ordenadas. Por último, el acuerdo estipula la
preparación de libros anuales de deliberaciones, previstos en las ordinaciones de 1594 y
de los que se conserva un ejemplar que abarca
el periodo 1647-1681, si bien sabemos que al
menos existieron dos anteriores.7 La situación
tardó mucho en solventarse, como prueba el
que un acuerdo del ayuntamiento de 1776 ordene la recuperación de diferentes documentos, tanto del gobierno antiguo como del
nuevo, que estaban en poder de particulares.8
La mejor expresión de las dificultades que
generaba tal situación es que cuando en 1752
se emprendieron gestiones ante la Santa Sede
para alcanzar rezo propio de San Atilano, los
munícipes, que quizá no tenían a su alcance
documentación sobre la fecha concreta en la
que la ciudad eligió al prelado como su patrón, crearon una comisión ad hoc que revisara los protocolos antiguos para concretar
dicho extremo.9
El nacimiento de una
devoción (1592-1611)
La más temprana mención de San Atilano
de la que nos ha quedado constancia en el
contexto turiasonense procede de una relación manuscrita que describe el arco erigido
con motivo de la visita que Felipe II efectuó
a la ciudad para clausurar el 2 de diciembre
de 1592 las cortes que pusieron colofón a la
«invasión de Aragón» de 1591. Este documento, que en la actualidad está en paradero
desconocido, señala que en el frente del aparato efímero, al nivel de los pilares se representó a San Prudencio y San Gaudioso,
patronos del obispado, mientras que en la
buelta del arco, en los dos lados por la parte de
afuera figuraban –sin duda, por vez primera–
San Millán y San Atilano.10
La presencia de San Millán o Emiliano, natural de Berdejo y cuyos restos guarda la
parroquia de Torrelapaja –poblaciones
emplazadas en el arcedianado bilbilitano–, se
Ordinaciones municipales de Tarazona por Carlos
Muñoz Serrano, Archivo Municipal de Tarazona, 1594.
justifica por la devoción que le dispensaba el
obispo Pedro Cerbuna (1585-1597), tras superar en 1587 por su intercesión una grave
indisposición en Torrelapaja mientras cursaba visita pastoral a su territorio diocesano.11
Sin embargo, no estamos en condiciones de
fundamentar la inclusión de San Atilano en
el arco de triunfo a partir de otros sucesos
previos en Tarazona o en su obispado. El diario de Enrique Cock, miembro de la guardia
que acompañó a Felipe II en la citada estancia
de 1592, reseña de modo sucinto el aparato
efímero sin mencionar al prelado de Zamora.12
Para entonces hacía ya un siglo que los tórculos de los impresores habían divulgado el
origen turiasonense del prelado de Zamora.
Así, la anónima Leyenda de los Santos (que
vulgarmente Flos Santorum llaman)…, cuya
primera edición perdida de 1490 se imprimió
en Zaragoza, dedica una entrada a Atilano en
el apartado de santos extravagantes. Según
expresa el texto, a los cinco años el futuro
santo fue instruido en letras y, más tarde
75
como ya assaz fuesse ysntruydo: y enseñado en el yugo: entre si el padre i la madre
tuuieron por bien de dar al su hijo muy
amado Atilano: a las casas y monesterio de
señor Sant Bernardo. El qual no es muy lejos
de la cibdad de Taraçona: donde los padres
hauian seydo nacidos.13
Cabe, pues, concluir que si los padres del
santo eran de Tarazona bien debía ser éste
también su lugar de nacimiento. Constituye,
sin embargo, un anacronismo situar su retiro
religioso en un enclave bernardo, pues para
entonces la Orden Cisterciense aún no había
nacido.
De esta tradición se hará eco tiempo después Alonso de Villegas en su Flos Sanctorum
Nuevo…, cuya edición príncipe apareció en
Toledo, en el año 1578, si bien no se conoce
ejemplar alguno de la misma. En la de 1585
el autor dedica un breve artículo a San Atilano que incluye en el apartado de los santos
de la Iglesia española. En opinión de Villegas
fve Attilano nacido en vna ciudad de Arago[n],
llamada Tarraço[na], si bien en esta oportuni-
dad se omite toda alusión a su ingreso a edad
juvenil en un cenobio o eremitorio próximo
a la ciudad del Queiles antes de emprender
camino hacia tierras del reino de León.14
No faltaban, pues, las llamadas de atención
sobre el ascendente moncaíno de San Atilano, pero a juzgar por los datos de que disponemos el acontecimiento desencadenante
del interés de los turiasonenses por él fue la
publicación en Valladolid, en 1596, del libro
dedicado por el cisterciense fray Atanasio de
Lobera al obispado de León, a su patrón San
Froilán y a San Atilano, obispo de Zamora y
compañero del anterior, que incorpora una
minuciosa narración de su vida y da cuenta
de su nacimiento en Tarazona.15
No hemos podido encontrar mención alguna de la Historia de la muy antigua e insigne
ciudad de Leon… o de su autor, fray Atanasio
de Lobera, entre los fondos de aquellas bibliotecas de la ciudad del primer cuarto del
siglo XVII cuyos contenidos conocemos a
partir de los inventarios post mortem de sus
propietarios. No obstante, la novedad llegó
San Prudencio y San Gaudioso. Retablo de San Íñigo de Oña. San Pedro de los Francos de Calatayud,
hacia 1615-1620.
76
con rapidez, pues el 24 de noviembre de 1597
el jurista Lucas Pérez Manrique y su mujer,
María de Ciria, impusieron a una hija el
nombre de Úrsula Atilana –doc. n.º 1–, primera turiasonense que, al parecer, lo portó.
Un hecho que quizás no pasaría de anecdótico si no fuera porque a lo largo de 1598 se
llevaron a cabo otros cuatro bautizos con ese
mismo nombre: el de Atilano de Azola,16 hijo
de Gabriel de Azola y Ana de Ocáriz; el de
Atilano Planillo,17 hijo del notario Francisco
Planillo e Inés de Aranda; el de Jacinto Atilano Santa Cruz,18 hijo de Diego de Santa
Cruz y Francisca Burro; y el de Atilano
Aguado,19 hijo de Pedro Aguado y Gracia
Lasheras. Todavía en 1599 fue cristianado
Juan Atilano Pelaire Espino,20 hijo de Pedro
Pelaire Espino y Catalina Jaray, y en 1600
Atilana Agorría,21 hija de Domingo de Agorría y Josefa García Arista. En los años inmediatos aún se localizan varias partidas más
que abundan en el uso del onomástico del futuro patrón –un total de nueve entre 1602 y
1617– pero, en realidad, esta «moda» languideció por un tiempo hasta su reactivación en
1618.
El impacto de la obra de fray Atanasio de
Lobera también alcanzó a los círculos eclesiásticos de la sede episcopal, pues el 1º de diciembre de 1598, recién fallecido Felipe II, el
cabildo de la Seo acordó aprovechar la inminente visita de su sucesor, Felipe III, a la capital aragonesa para pedirle carta para sacar la
reliquia de San Atilano de la yglesia de Camora,
valiendose del medio de la condesa de Alba de
Liesta22 –por Liste– y aludiendo a ciertas ges-
tiones –desconocidas– que sobre el particular
había avanzado Pedro de Cabañas, arcediano
de Calatayud23 –doc. n.º 2–. Ignoramos si el
municipio se sumó a esta iniciativa, pues el
tomo de secretaría de 1598-1599, a cargo del
notario Juan Pobar, no se conserva.24 Un último intento por el momento figura entre las
resoluciones del cabildo del 5 de octubre de
1601, que en la festividad del santo decidió recabar la ayuda del nuevo titular de la sede, el
jerónimo fray Diego de Yepes (1599-1613),
para procurar la reliquia de San Atilano, que tan
bien estaria en esta yglesia –doc. n.º 3–.
San Atilano, particular. Retablo del Rosario. Parroquia
de la Magdalena de Los Fayos, hacia 1600.
Los esfuerzos de los capitulares por añadir
un abogado «local» –San Atilano– a los dos
patrones «diocesanos» –San Prudencio y San
Gaudioso– que recibían culto en el obispado
desde época medieval bien pudiera responder
a la preocupación por cercenar las tentativas
de desmembramiento de su territorio que
protagonizaban Tudela y Calatayud reafirmando la preeminencia de la iglesia de Tarazona sobre las de esas ciudades. Era muy
importante atajar los pasos que para entonces
había dado Calatayud, cuyas viejas ansias secesionistas se habían reactivado en 1592, tras
apoyar su concejo al rey en el caso de Antonio
Pérez,25 que aún habían de rebrotar en 1608
y otra vez en 1630, a raíz de la salida de la diócesis de Martín Terrer de Valenzuela (16131630), hasta que el 3 de noviembre
–festividad de San Gaudioso– de 1631 Felipe
IV impusiera silencio perpetuo sobre el particular al municipio e iglesia bilbilitanos.26
La capital del Jalón estaba recorriendo un
camino en buena medida paralelo al de
77
Salón de Obispos. Palacio Episcopal de la Zuda, hacia 1556.
Tarazona para convertir al benedictino San
Íñigo, abad de San Salvador de Oña (Burgos), en su patrón y obtener su reliquia, lo
que se logró en 1600.27 El regimiento bilbilitano tuvo conocimiento en 1595 de que San
Íñigo era oriundo de Calatayud y poco después, en 1598, Miguel Martínez del Villar
pondría en letra de molde dicha noticia. En
1604 los ediles le confiaron la tarea de redactar una vida del patrono que no llegó a publicarse, siendo preciso esperar hasta 1612,
cuando vio la luz el texto hagiográfico-panegírico que preparó el jesuita Juan Bautista
Dameto.28
Esta utilización de San Íñigo de Oña constituía, sin duda, un respaldo fundamental en
la estrategia de la ciudad y su clero por dotarse de elementos de identidad propia que
reforzaran su deseo de independencia frente
a Tarazona. El magnífico retablo (hacia 16151620) que se le dedicó en el monasterio de
San Benito de Calatayud,29 obra de mecenazgo municipal y principal expresión iconográfica de este proceso, aún mantiene la
presencia de San Prudencio y San Gaudioso,
si bien relegados al banco. En piezas de cro-
78
nología algo anterior como el retablo de San
Antonio abad (hacia 1585-1590) de Ibdes30
(Zaragoza) –en el arcedianado de Calatayud–
o el que preside la parroquia de la Anunciación de la Virgen (hacia 1591-1594) del barrio turiasonense de Tórtoles31 los patrones
lucen a mayor escala y ocupan los huecos laterales de la zona noble. No nos parece que
esta inversión jerárquica, de la que salen beneficiados varios santos benedictinos, sea inocente o, mucho menos, casual.
El consejo turiasonense también compartía
la preocupación del cabildo.32 Cuando en
marzo de 1597 falleció –en Calatayud– el
obispo Cerbuna decidió encomendar a Miguel de Ortí, arcediano de Tarazona, la presentación de un memorial solicitando al
monarca la designación como nuevo titular
de la sede de Carlos Muñoz Serrano33 –desde
1596 electo de Barbastro–, pieza clave en la
política filipina de reordenación eclesiástica
del Alto Aragón34 y delegado regio para la
elaboración en 1594 de las nuevas ordinaciones concejiles,35 de quien los munícipes valoraban sus buenas artes y ser natural de esta
ciudad, como por las muchas limosnas [que] en
esta ciudad ha hecho y se [e]spera ha[ra], porque
si Su Magestad hiciesse esta [merced] a esta ciudad çesarian muchos p[leitos], como son los de
Tortoles y Tudela, y aun de Grisel. Si no era po-
sible, la corporación consideraba que otro
buen candidato era el inquisidor del Perú Juan
Ruiz de Prado,36 asimismo hijo de Tarazona.37
Un segundo documento de final de ese mismo
año38 corrobora que la defensa en el pleito con
Tudela por su pretensión de erigirse en cabeza
de un nuevo obispado, que había estallado en
el año 1595,39 sumaba las voluntades de
ambas instituciones.
A estas primeras iniciativas del estamento
eclesiástico, en apariencia puntuales y algo deslavazadas, pero de las que no puede desligarse
la solidaridad manifestada por los ciudadanos
que eligieron para sus hijos el nombre del
santo turiasonense, hay que sumar las manifestaciones de devoción de algunos particulares. Así, en el año 1601 Melchor Cunchillos
declaraba en su testamento heredera a Catalina Cunchillos con el ruego de que trajera indulgencias de Roma para su nueva capilla del
claustro de la Seo, para las festividades de la
Epifanía, San Roque, San Atilano, el Ángel de
la Guarda y San Pedro mártir.40
Más allá del problemático arco levantado
con ocasión de la entrada de Felipe II, la primera representación de San Atilano que conservamos se halla en Los Fayos, localidad
vinculada a su biografía en la que una ermita
rupestre evoca el enclave que según la tradición le sirvió de retiro antes de iniciar su largo
periplo leonés. Es una pintura que ocupa el
lado de la Epístola del retablo de la Virgen del
Rosario (hacia 1600) del templo parroquial.41
De estilo próximo al de Francisco Metelín, la
tabla sigue el modelo de las de San Prudencio
y San Gaudioso que este mismo artista hizo
para las calles laterales del ya citado retablo de
Tórtoles. Lleva un letrero con su nombre y
luce en la mano izquierda un gran anillo episcopal que corrobora su identidad, si bien aún
no sostiene el pez que con el tiempo se convertirá en su principal atributo iconográfico.
La figura del prelado zamorano empezaba
a calar en Tarazona. En febrero de 1611 recorrió estos pagos el cosmógrafo portugués
Juan Bautista Labaña, consignando en su diario unos breves apuntes históricos sobre la
población y sus edificios más insignes. Tras
recordar que San Gaudioso y San Prudencio
en su condición de patrones de la diócesis
flanquean a San Pedro en la cabecera de la
sala grande del Palacio Episcopal, señala que
aquí nació San Atilano, obispo de Zamora,
aclarando en una nota marginal que falleció en
el año 1080 –sic–, que lo canonizó Urbano II
y que su festividad se celebra el 5 de octubre,
datos para los cuales remite a fray Atanasio
de Lobera. También le dijeron que San Emiliano era oriundo de Tarazona.42 Para entonces todos ellos estaban ya representados en
el nuevo retablo mayor (hacia 1605-1610) de
la catedral, que el viajero aún vio sin policromar, erigido a instancias del obispo Yepes y
en el que San Atilano decora la puerta baja
del lado del Evangelio, haciendo pendant con
San Millán, en idéntica ubicación pero a la
parte de la Epístola.43
Buena prueba de que la «hora de San Atilano» aún no había llegado es que durante los
siguientes años estos primeros esfuerzos carecerían de continuidad y la ciudad orientaría
su atención y fervor devocional hacia otros
santos de reputada eficacia como San Roque,
abogado contra la peste cuya fiesta votará el
concejo el 1599 tras soportar durante meses
el azote de tan letal epidemia,44 y Santa Ana,
invocada frente a la sequía y cuya celebración
adquiriría carácter oficial a partir de 1607 tras
varios años de pésimas cosechas.45
San Atilano, patrón
de Tarazona (1617-1635)
Había de pasar algún tiempo antes de que
en torno a 1617 se reavivara el interés hacia
el santo, quizá ante la necesidad de recabar
auxilio sobrenatural en momentos de particular dificultad, pues desde mediados de la
década Tarazona atravesaba años de malas
cosechas con las consiguientes crisis de subsistencia que favorecieron la aparición de enfermedades y un serio incremento de la
mortalidad.46 Frente a los agentes meteorológicos adversos, la ciudad disponía desde la
79
San Roque de Montpellier. Catedral de Tarazona,
hacia 1610.
Edad Media de un conjunto de reliquias del
Lignun Crucis y varios santos montadas en cruces de plata a las que se atribuía poder apotropaico. Cada 25 de abril, festividad de San
Marcos, eran colocadas en un altar sito en la
Torre de las Reliquias, en lo más alto de la muralla del Cinto, donde permanecían durante los
meses de calor para salvaguarda de los campos
hasta que el 8 de octubre, fiesta de San Dionisio, eran conducidas de nuevo en procesión
hasta la catedral donde quedaban bajo custodia
del cabildo hasta la primavera siguiente.47
En esa coyuntura desfavorable,48 los regidores estimaron oportuno reforzar su eficacia con
la mediación de un abogado propio que atendiera sus ruegos de modo más directo. Así, el
consejo del 25 de noviembre de 1617 acordó
elegir a San Atilano por patrón49 –doc. n.º 4–
buscando su intercesión:
El notable daño que esta ciudad padece en
cada un año por el granizo y piedra es a todos
notorio, y muchas universidades de España
80
Santa Ana Triple. Ayuntamiento de Tarazona,
hacia 1550.
estan libres de este castigo por tener algun santo
que interceda por ellos a Dios Nuestro Señor.
Y pues esta ciudad tiene un hijo que es cortesano del cielo, y que sus ruegos han de poder
tanto, que este consejo sea servido que se vote
al señor San Athilano y lo tengamos por patron
y amparo para esta necesidad. Y que se haga
oficio doble y toda la ciudad lo guarde, y se
haga fiesta el dia de su transito felicissimo, que
es a cinco de octubre.
Dos días después, el 27 de noviembre, el
concejo general recogía este argumento para
efectuar voto solemne de celebrar en el futuro la festividad del prelado, y daba facultad
al justicia y los jurados para intentar conseguir una reliquia del mismo, en Zamora o
donde fuera posible. Al mismo tiempo, con
el objeto de favorecer su devoción, también
los comisionaba para encargar un busto procesional con la correspondiente peana, y para
tratar con el cabildo catedralicio su participación en el culto al santo –doc. n.º 5–.
En efecto, los oficiales del ejercicio siguiente cumplieron en parte con lo encomendado, pues el 7 de septiembre de 1618 dado
que la fiesta de señor Sant Atilano esta botada,
decidieron que la corrida de toros que tradicionalmente animaba la feria de septiembre
se efectuase el día del patrón –doc. n.º 6–; de
acuerdo con las cuentas que presentó el jurado Miguel de Sevilla, los gastos de las actividades lúdicas de ese ejercicio totalizaron
2.464 sueldos.50 En sintonía con ello, en diciembre se retomaban las gestiones ante la
iglesia de Zamora para alcanzar algún preciado resto –doc. n.º 7–.
En 1619 la festividad de San Atilano se incorporaba al calendario oficial de la ciudad,51
si bien en ese primer año las diferencias entre
el cabildo catedralicio y el municipio hicieron
que éste contemplase la posibilidad de trasladar las conmemoraciones del patrón, incluida
la procesión, a la iglesia de San Francisco
donde había tenido lugar ya la solemnidad
de San Roque y se esperaba hacer lo propio
con la del Ángel Custodio. Todo ello, bien
entendido, siempre que los capitulares no
permitieran que la Seo sirviese de marco a la
ceremonia.52
Al parecer, la desavenencia entre ambas instituciones había surgido por problemas de protocolo tanto en el desarrollo de la procesión
del Corpus Christi como en otras de carácter
particular –entre ellas, quizás la recientemente
instituida de San Millán53 y, a no dudar, la del
propio San Atilano–, en las que la ciudad alegaba que le correspondía un puesto de mayor
preeminencia que al cabildo, a lo que éste se
negaba.54 No tenemos datos suficientes respecto a cómo se organizaba la procesión del
Santísimo Sacramento en Tarazona, responsabilidad que compartían ambas corporaciones,55 pero consta que los capitulares asistían
con sus magníficas cabezas de San Prudencio
y San Gaudioso,56 lo que debía provocar no
poca frustración en la municipalidad. Creemos, pues, que la decisión tomada el 29 de
septiembre de 1620 de celebrar a San Atilano
con fiestas, regocijos y luminarias57 y, de manera
particular, la de retomar la iniciativa de sufragar una imagen de plata del prelado de Zamora –doc. n.º 8– debe leerse en este contexto.
Busto de San Atilano, particular del joyel con la reliquia. Catedral de Tarazona, 1620-1621.
81
Busto de San Gaudioso, particular del capillo con la Epifanía. Catedral de Tarazona, 1578-1580.
El encargo del busto de San Atilano58 al platero zaragozano Claudio Yenequi supone, sin
duda, un salto cualitativo en la implicación de
la ciudad en los actos festivos con los que se
honraba a su recién designado protector. Para
su ejecución requirió el concurso del artífice
aragonés más prestigioso del momento, quizás porque los talleres turiasonenses ya no
ofrecieran las garantías de calidad de la segunda mitad del siglo XVI, cuando los maestros locales Pedro los Clavos y Luis de
Guevara menor confeccionaron, respectivamente, los citados bustos de San Gaudioso59
y San Prudencio,60 piezas muy notables.
De hecho, cuando el 7 de noviembre las
personas delegadas por el concejo concertaron la cabeza de San Atilano con Claudio Yenequi le impusieron como modelos el ya
referido busto de San Gaudioso y el de San
Valero de la metropolitana,61 la creación aragonesa más conseguida –a la par que la más
temprana– de estas características –doc. n.º
9–. Vestido de pontifical, la capa de imagine-
82
ría incluye en las capilletas bajas del fres relieves de dos santos obispos, sin duda San
Gaudioso y San Prudencio, y más arriba
otras dos hornacinas con San Pedro y San
Pablo. Como es habitual, el broche sirve de
relicario y en la actualidad alberga en el viril
varios fragmentos de la reliquia del patrón.
En el reverso, bajo un querubín dispuesto
a modo de trava, el capillo exhibe la divisa
heráldica de la ciudad en la plaza que según
la capitulación debía ocupar el milagro del
barvo, algo que con frecuencia se ha explicado mediante una hipotética reforma que
hasta el momento no ha sido posible corroborar. Lejos de ello, la documentación compendiada en 1752 con motivo de la solicitud
a la Santa Sede de rezo propio del santo señala de forma expresa que, en efecto, nuestro
busto era sacado en procesión por la ciudad
y que al dorso tiene grabadas las armas de la
ciudad.62 La cabeza, de medido realismo, está
tocada por una mitra alta que llama la atención por su sorprendente austeridad.
Busto de San Atilano, particular del capillo con el escudo de Tarazona. Catedral de Tarazona, 1620-1621.
El platero debía dar el busto concluido en
Tarazona para el 8 de septiembre de 1621. El
contrato estipula que su peso en plata alcanzaría las 500 libras de metal, con un margen
de cincuenta libras hacia arriba o hacia abajo,
y a continuación designa a una comisión a la
que encomienda la visura y aprobación de la
pieza. Más tarde se expresa que el artífice
quedaba obligado a presentar fianzas antes de
recibir un anticipo de 500 escudos a cuenta
de su labor, y que otorgaría una primera comanda por dicho importe a favor de los comitentes y una segunda por otros 4.000
sueldos. Claudio Yenequi acató lo pactado y,
ya en Zaragoza, el 22 de diciembre de dicho
año suscribió en compañía del dorador Domingo Lasheras, el notario Pedro Alexandre
y el presbítero Juan Morlanes una comanda
de 14.000 sueldos a favor de Víctor Sánchez
de Segura, mayordomo de Tarazona. Poco
después, el 2 de enero, el mayordomo le libró
el anticipo de 10.000 sueldos previsto en la
capitulación.63
El nuevo busto estaba a punto para la festividad de San Atilano de 1621 dado que
transcurridos dos días, el 7 de octubre, el platero percibió en Tarazona 8.000 sueldos de
manos del citado Víctor Sánchez de Segura a
cuenta de la plata, oro y hechuras de la cabeza
que había hecho.64 La comisión encargada
postergó la visura hasta el 13 de diciembre,
cuando dio por bueno el trabajo y lo estimó
en 20.873 sueldos 3 dineros, de los que el artífice ya había cobrado por entonces 18.000
–doc. n.º 11–. Al día siguiente Yenequi
otorgó finiquito a la ciudad de las cantidades
pendientes –doc. n.º 12– tras lo cual se cancelaron las comandas asociadas al encargo.65
Casi a la vez se encomendó al carpintero
Domingo Corella el ensamblaje de una peana
procesional de acuerdo con los contenidos de
la traca que se le da, que ymita la de señor Sant
Prudencio –doc. n.º 10–. En pocas jornadas se
le satisfizo un primer pago a cuenta de 2.000
sueldos.66 Aunque hubo de concluirse para
su utilización en la fiesta de San Atilano de
83
1621, el artífice no liquidó su importe hasta
febrero del año siguiente, cuando ingresó
7.000 sueldos por raçon de la hechura de la peayna de señor Sant Atilano.67 La suma, considerable para un elemento de este tipo,
acredita que se trataba de una máquina notable y que no desdeciría de las lujosas andas
de las cabezas del cabildo de la catedral.
No tenemos otros datos sobre esta pieza,
que si bien se materializó no ha llegado a
nosotros. Tampoco conservamos el modelo
propuesto, la peana manufacturada por el escultor turiasonense Juan Sanz de Tudelilla en
1589 a instancias del obispo Pedro Cerbuna,68 quien también había sufragado el correspondiente busto de plata. Si la peana de
San Atilano se atenía al referente, debió ser
una estructura muy monumental, de tres
cuerpos decrecientes de planta ochavada y
organización piramidal, el primero de los cuales estaría decorado con relieves narrativos
que en la estructura renacentista eran cuatro
escenas de la vida del titular.
Una vez ultimados el busto y su peana la
ciudad se planteó el problema de la custodia
de ambos en condiciones adecuadas. Así, en
febrero de 1622 el consejo acordó confiar la
cabeza del patrón al cabildo de la Seo con reconocimiento que haga como [que] es de dicha
ciudad, como se hace con las demas reliquias de
dicha ciudad el dia de Sant Dionis, así como
hacer un armario en dicha iglesia en el que
guardar su peana procesional –doc. n.º 13–.
Lo último había de esperar aún varios años,
mientras que lo primero no tardó en convertirse en una nueva fuente de tensiones entre
ambas instituciones.
Un consejo de noviembre de 1623 expresa
que, en efecto, el acuerdo del año anterior se
había cumplido y el busto de plata del patrón
había quedado depositado en la catedral. Sin
embargo, el cabildo se negó a hacer reconocimiento de que era propiedad municipal: aseles
pidido que hagan [reconocimiento], como lo
haçen de las demas reliquias que son de la ciudad,
y han respondido que por ningun casso lo haran,
sino que si gusta dexalla como asta aqui que la
tendran, o si no que se la llebe la çiudad siempre
que quisiere. Ante tal situación, los regidores
concejiles decidieron sacar el busto y la peana
84
de la Seo, y buscar un lugar que reuniera las
características requeridas para su custodia.69
En 1626 aún no se había encontrado plaza
competente para guardar la peana, motivo
por el cual esta muy maltratada y le faltan muchas figuras, expresándose que este daño le ha
venido de no haver un puesto seguro donde
guardarla, por lo que de nuevo se insistió en
la necesidad de hacer un armario que garantizara su preservación.70 Fue preciso esperar
hasta 1634 para que, por fin, el albañil Juan
Duesca levantara un recinto de fábrica en el
claustro de la Seo para dicho cometido –doc.
n.º 19–. Por entonces la peana estaba en
blanco y así seguiría mucho tiempo, dado
que una noticia de 1653 da cuenta de la admisión de un donativo ofrecido por un devoto para dorarla –doc. n.º 31–.
Como ya había sucedido en 1598-1599, la
reactivación del interés por San Atilano y las
pretensiones de hacerse con su preciada reliquia que se produjo en 1617-1618 tuvo el refrendo de la ciudadanía turiasonense, que
volvió a confiar en su patrón para designar a
un número crecido de recién nacidos, tanto
niños como niñas.71 Así, en 1618 fueron siete
los neonatos que recibieron este nombre
frente a los dos de 1616 y de 1617; en 1619
el número fue de seis para bajar a tan sólo
uno en 1620. La cifra se iba a recuperar en
1621, con seis, para alcanzar el máximo en
1622, con catorce. En 1623 y 1624 se mantiene una tendencia alta, con nueve en cada
ejercicio. A partir de ese momento, superada
la novedad que supuso ver desfilar su lujosa
cabeza de plata, la moda retrocede y en 1625
el nombre del santo se impuso tan sólo a dos
niños, entre 1626 y 1628 a cuatro por anualidad, y a tres en 1629.
El nuevo impulso otorgado a la conmemoración del patrón que siguió al voto de 1617,
en el que la ciudad había tomado el relevo
del cabildo, alcanza, al menos hasta 1623
cuando, de acuerdo con las fuentes a las que
hemos tenido acceso, la institución eclesiástica hizo un esfuerzo por no quedarse a la
zaga. Ese verano el consejo tuvo constancia
a través de una carta remitida desde Roma
por Miguel de Luna de que el deán Gaudioso
Mateo había iniciado gestiones para conseguir que la Santa Sede emitiera un breve
apostólico autorizando la celebración de octava solemne en la festividad de San Atilano.
Según rezaba la misiva, la solicitud se había
formulado en nombre de ambas entidades,
por lo que don Miguel pedía a ésta una provisión de 2.000 sueldos para llevar a término
la tarea. Dado que se carecía de antecedentes
sobre la cuestión se consultó al deán, quien
explicó que lo havia exerito a peticion de Juan
Dionis Fernandez, como deboto del Santo. El
consejo acordó sumarse entonces a la iniciativa no sin antes concluir con el eclesiástico
que la aportación municipal fuera de 500
sueldos –doc. n.º 14–. Desconocemos el resultado final de esta pretensión.
Una última noticia de ese año 1623 da fe
de una nueva campaña para alcanzar el preciado vestigio del patrón. En una reunión de
finales de noviembre, los consejeros ciudadanos decidieron solicitar cartas de adhesión
a la Diputación del Reino, al virrey y al justicia de Aragón –el turiasonense72 Lucas
Pérez Manrique–, que se sumarían a las recomendaciones ya recabadas por los también turiasonenses Fortún Díez y Juan
Dionís Fernández ante el concejo de Zaragoza y el cabildo metropolitano para que
cuando estas dos instituciones se desplazaran a Zamora para presentar sus respetos al
prelado de dicha ciudad y arzobispo electo
de Zaragoza, fray Juan Martínez de Peralta,
intercedieran ante él en nombre del concejo
de Tarazona para que ayudara en la consecución de la reliquia –doc. n.º 15–.
Ni que decir tiene que la misión no se vio
coronada por el éxito, pero al menos evidencia el compromiso personal de Fortún Díez
y del ya citado Juan Dionís Fernández, prohombres de indudable relieve en la vida ciudadana local de quienes, no obstante, poco
podemos aportar. A este respecto, interesa
recordar que cuando en 1629 los albaceas
de Beltrán Navarro intentaron fundar una
capellanía bajo título de San Atilano en la
cárcel municipal, Fortún Díez de Escorón
ofreció de forma desinteresada un patio en
un corral contiguo a las casas de la ciudad
para la edificación del oratorio.73 Una
mayor significación reviste la confianza que
los consejeros depositaban en Lucas Pérez
Manrique, justicia de Aragón a la par que
uno de los turiasonenses más preeminentes
del primer tercio del siglo XVII.
Jurista de gran prestigio, Lucas Pérez Manrique había nacido a orillas del Queiles en
1559 en el hogar formado por el notario
Sello de Lucas Pérez Manrique como justicia de Tarazona. Archivo Histórico de Protocolos de Tarazona, 1594.
85
público Pedro Pérez y Catalina Manrique.74
En 1590 desposó a María de Ciria, con la que
en 1597 tuvo a Úrsula Atilana, la primera
niña a la que se impuso en la localidad el
nombre de su futuro patrón. Ocupó cargos
concejiles como el de justicia en 1594-1595,75
asesor del justicia y los jurados en 15971598,76 y lugarteniente del justicia en 15981599.77 También fue asesor del Santo Oficio
en Tarazona antes de solicitar en 1602 el
puesto de consultor del Tribunal del Santo
Oficio en Zaragoza.78 Esto supuso su traslado
a la capital aragonesa y, de hecho, a partir de
1607 y hasta 1626 permanecerá insaculado en
sus listas de ciudadanos para desempeñar oficios municipales.79 En este momento inició
una brillante carrera junto a la corona, a la que
sirvió como asesor del gobernador de Aragón,
miembro del consejo criminal, regente del consejo de Aragón80 y, a partir de 1622, justicia de
Aragón.81 Fallecería en ejercicio de esta magistratura el 9 de junio de 1632, siendo sepultado
en el trasagrario de San Francisco de Tarazona
que había hecho edificar con propósito funerario.82
Micer Lucas Pérez reunía, pues, la doble
condición de devoto de San Atilano y personaje de gran influencia en los centros de
poder aragoneses y de la corte, a quien la ciudad había acudido en oportunidades anteriores buscando su respaldo.83 Ignoramos, pese
a todo, su grado de implicación en esta empresa que, no obstante, aún había de esperar
una coyuntura más favorable.
Intradós de la cúpula del trasagrario. Parroquia de San Francisco de Asís de Tarazona, 1630-1632.
86
San Atilano, particular de San Joaquín con la Virgen
Niña entre Santa Ana, San José, San Atilano y Santa
Teresa de Jesús. Convento de San José de Zaragoza,
1637.
El 4 de octubre de 1630 tuvo lugar un trascendente suceso. El turiasonense Diego de
Gante, señor de Fontellas (Navarra), donó a
la ciudad el primer resto material que ésta alcanzó de su patrono: un fragmento del cendal
de tafetán carmesí que envolvía el cuerpo
santo en su arca relicario de plata de la iglesia
de San Pedro y San Ildefonso de Zamora. El
acto de la cesión expresa que don Diego la
había recibido directamente de manos del
obispo de Zamora, a la sazón Juan Pérez de
la Serna (1627-1631), pero, como es lógico,
no detalla otras circunstancias sobre este particular84 –doc. n.º 16–. Apenas un mes antes
el consejo acordaba agasajar a su patrón lo
mejor que se pueda, extendiendo los festejos
también al día de la víspera,85 que finalmente
coincidiría con la recepción de la citada reliquia por contacto.
A partir de ese momento, esta tela de tafetán
figura en la relación de las preseas sacras de la
ciudad –doc. n.º 17– que el día de San Marcos
se llevaban a la torre de las reliquias para proteger los campos de las inclemencias, de manera muy especial el pedrisco. No parece
casual el que tres años después, en 1633, se estime oportuno celebrar la festividad de su abogado celestial con especial boato en
reconocimiento a su papel intercesor frente a
tan temido y frecuente meteoro. Además, los
regidores habían tenido noticia de que una persona que esta en Sevilla se había hecho con una
reliquia suya por medio del obispo de Zamora,
por lo que de nuevo decidieron iniciar diligencias para intentar que el anónimo poseedor de
tan valioso bien lo cediera a la ciudad que
había visto nacer al prelado –doc. n.º 18–.
Dejando de lado la tabla de Los Fayos
(1600), el retablo mayor catedralicio (hacia
1605-1610) y el busto de plata (1620-1621), las
primeras representaciones plásticas de San Atilano que conservamos deben fecharse a lo
largo de la cuarta década y pueden vincularse
al aumento del fervor que debió generar la llegada en 1630 del aún modesto talismán de su
sudario. Es probable que la más temprana sea
un lienzo custodiado en la parroquia de Santa
María Magdalena que muestra de cuerpo entero y disposición colegiada al patrón de Tarazona, pertrechado ya del pez que constituye
su principal distintivo, junto a San Blas de Sebaste,86 protector frente a las enfermedades de
la garganta y el garrotillo o difteria, a quien el
municipio imploró en 1630 la finalización del
brote de garrotillo que asolaba a sus vecinos
votando su fiesta.87 Resulta, pues, razonable
pensar que la pintura se encargara buscando
un doble amparo en tan difícil coyuntura.88
Mayor interés plástico tiene el lienzo que el
canónigo Diego Cabeza de Vaca sufragó en
1633 para el altar de la capilla de la cárcel municipal. Allí aparece nuestro prelado arrodillado en oración al pie del Crucificado
haciendo pendant con San Leonardo, que
ocupa el otro lateral. Esta pintura, de calidad
muy estimable, es obra que se atribuye al pintor local Francisco Leonardo de Argensola,
posible autor también de la pieza anterior.89
Sin embargo, la primera obra maestra salida de los talleres turiasonenses que cuenta
87
entre sus protagonistas a San Atilano es un
magnífico lienzo de formato apaisado del
convento de carmelitas descalzas de San Joaquín que la comunidad llevó consigo tras cerrar este cenobio y unirse al de San José de
Zaragoza. Tal y como propone el inventario
artístico del Partido Judicial de Tarazona,
debe identificarse con una de las pinturas que
Gil Ximénez Maza ejecutó para la casa en
1637.90 Concebido como una sacra conversazione, representa en el centro a San Joaquín
como trono de la Virgen María entre figuras
de tres cuartos de Santa Ana y San José; más
abajo, en primer término, un precioso San
Atilano de medio cuerpo haciendo pendant
con Santa Teresa. En el fondo el pintor ilustró varios emblemas marianos mientras en la
parte alta se despliega un dinámico coro de
ángeles con el Espíritu Santo.
La inclusión de San Atilano en esta obra
se justifica por el apoyo que la ciudad ofreció
en la fundación de este convento. Es una reelaboración –con los oportunos cambios iconográficos– de la tela que Cristóbal de Vera,
pintor del obispo fray Diego de Yepes, y Leandro de Covarrubias hicieron en 1601 para
presidir la capilla provisional que las carmelitas descalzas de Santa Ana habilitaron en su
residencia del Palacio Episcopal mientras se
construía su convento.
Más próxima a los años centrales de la centuria podría estar, por último, un segundo
óleo de la parroquia de la Magdalena de Tarazona procedente del convento de la Concepción de Nuestra Señora en el que San
Atilano, de medio cuerpo y en actitud bendiciente, es protagonista único. Se trata de una
pieza estimable que bien pudiera corresponder a la etapa de madurez de Francisco Leonardo.91 No se olvide que el convento de las
concepcionistas, adosado a la muralla del
Cinto, estaba muy cerca de las casas de la ciudad y de la capilla del santo en la cárcel.
Una vez más, la consulta de los libros de
bautismo de la ciudad permite constatar una
clara tendencia a la recuperación del interés
por San Atilano, elegido a partir de 1630
cada vez con más frecuencia como nombre
88
de pila por las familias turiasonenses para sus
vástagos, en ocasiones unido al de otros santos tan universales como San José y San
Francisco.92 Así, en 1630, año de la consecución del fragmento de sudario, el número de
bautizados con su nombre fue de seis, en
1631 subió a ocho, a nueve en 1632 y a once
en 1633. El año 1634 marco un pico con dieciocho niños y niñas.
Si bien con altibajos, durante la década siguiente el uso del nombre del patrón pasó a
ser una opción bastante común a la hora de
cristianar a los recién nacidos de la ciudad.
Si en 1635 fueron doce al año siguiente se
llegó a los veintidós, máximo hasta ese momento en una anualidad. En 1637 la cifra fue
de trece, en 1638 de veinte y en 1639 de diecinueve. El cómputo disminuye de nuevo
con el cambio de década, de modo que en
1640 los neonatos a los que se impuso el
onomástico del patrón fue de tan sólo diez
por ocho en 1641, doce en 1642 y ocho en
1643, en el umbral de la obtención de la ansiada reliquia.
La consecución de la reliquia
(1642-1652)
Ya en 1642, con ocasión de la estancia de
Felipe IV en Zaragoza, las súplicas turiasonenses habían llegado al entorno de la corte,93
pero sería el verano-otoño de 1643 el que marcara el «asalto final». Una reunión concejil del
21 de septiembre acordó recurrir a los buenos
oficios de Lucas II Pérez Manrique, hijo del difunto justicia de Aragón homónimo, para
rogar al rey que escribiera al cabildo y a los regidores municipales de Zamora con el ruego
de que concedieran a Tarazona tan ansiada
merced.94 Al requerir el auxilio del soberano
se había vuelto al punto de partida de 1598,
cuando el cabildo turiasonense decidió acudir
a la mediación de la condesa de Alba de Liste
para recabar el apoyo de Felipe III ante la catedral de Zamora –doc. n.º 2–. La diferencia
es que en esta oportunidad Tarazona sí logró
el respaldo regio y, a la postre, éste resultó decisivo en la feliz culminación del negocio.
Felipe IV, de viaje hacia Zaragoza y tras
una parada previa en Ágreda (Soria), hizo
una breve jornada en la ciudad del Queiles
entre el 10 y el 19 de julio de 1643 y visitó
Los Fayos95 donde, según fray Gregorio de
Argaiz, pudo admirar el oratorio construido
en el antiguo eremitorio de San Benito al que
se retiró San Atilano.96 El municipio, que le
agasajó con un presente de cien doblones de
a cuatro en una salvilla de plata, respondió a
la demanda de hombres de armas para la
guerra de Cataluña y aprovechó para pedirle
la confirmación de sus privilegios y algunas
otras cosas que a vuestras mercedes pareciere ser
de conveniencia, y en utilidad y provecho de esta
ciudad.97 No hay duda de que entre esas otras
cosas convenientes estaría el ruego de que fa-
voreciera las gestiones conducentes a la consecución de la reliquia del patrón.
Tarazona se sirvió también con idéntico
propósito de la coyuntura favorable que proporcionaba la designación de un nuevo prelado de la sede, Diego Castejón y Fonseca
(1643-1655), nombrando un síndico que
acompañara al del cabildo para presentarle
sus respetos.98 La embajada tuvo éxito, pues
don Diego suscribió unas letras para el cabildo zamorano el 31 de agosto de 1643,99
meses antes de su toma de posesión, diferida
hasta el 15 de diciembre de 1643. A la carta
episcopal seguirían inmediatamente después
otras del presidente del consejo de Castilla100
–del 1 de septiembre– y de la reina101 –del 3
de septiembre–.
El 21 de septiembre el consejo acordaba,
como ya dijimos, encargar a Lucas II Pérez
Manrique la elevación de una nueva súplica a
Felipe IV para que escribiera a las autoridades
municipales y eclesiásticas zamoranas para el
buen despacho de la reliquia de el señor San Atilano.102 Para el 27 de noviembre ya se disponía
de las cartas del rey103 –doc. n.º 20– y se decidió remitirlas junto al memorial –de 1642– preparado al efecto al justicia de Aragón para que
hiciera llegar el expediente al secretario Andrés
de Rozas y éste, a su vez, lo enviara a Zamora.104 Una reunión del 3 de diciembre volvía
sobre el mismo asunto dando cuenta de la recepción en Tarazona de las misivas regias para
la ciudad y cabildo de Zamora, y valorando la
Panorámica de Los Fayos.
89
posibilidad de comisionar ya síndicos; sin embargo, dado que aún estaba previsto recabar
otros apoyos y que el frío del invierno desaconsejaba tan largo desplazamiento, se optó tan
sólo por intentar obtener cartas para el obispo
y el corregidor de Zamora.105
Superado lo más crudo del invierno, a mediados de marzo el justicia daba cuenta de que
aún faltaban recomendaciones reales para la
cofradía de caballeros de Zamora y el monasterio de Moreruela.106 Poco después se estimaba que las gestiones desplegadas eran, pese
a todo, suficientes y que había llegado el momento de elegir delegados para emprender el
viaje; por este motivo, la ciudad pidió al cabildo que designara procurador.107 La institución eclesiástica confió su representación a
Antonio Jimeno, canónigo tesorero,108 y el concejo a Antonio Muñoz Serrano, caballero de
Santiago.109
Los síndicos turiasonenses comparecieron
ante el cabildo catedralicio de Zamora el 22 de
junio de 1644 haciendo relación de su deseo de
conseguir una reliquia de San Atilano, hijo y
patrón de Tarazona:
…para que el ferbor y santo celo con que
la ciudad de Tarazona desea serbir al glorioso
Santo tenga mayor aumentacion, deseaba una
reliquia de su santo cuerpo que dichosamente
goça esta ciudad cholocado en la yglesia de
San Pedro y San Elifonso de ella. Y para conseguirla se an balido de cartas de el Rey y
Reyna, nuestros señores Dios los guarde, y
del ilustrisimo señor presidente de Castilla y
del señor don Diego Castejon, presidente de
Castilla, obispo de Tarazona, señores condes
de Alba d[e] Aliste, don M[arian]o del Castillo
y Samano, y otras personas. Que suplicaban
al cavildo biesse las dichas cartas…
Una vez atendidos estos argumentos, sus
interlocutores decidieron entablar conversaciones sobre la cuestión con el obispo Juan
Coello de Sandoval y Rivera, la ciudad y la
cofradía de caballeros.110 A finales de junio y
tras largos debates que habían valorado las
diferentes opciones, para evitar subir hasta el
recinto en donde se custodian los cuerpos
santos –lo que suponía poner en marcha un
ceremonial harto complejo–, el cabildo pensó
en la posibilidad de desprenderse de uno de
90
Claustro de la catedral de Zamora con vista
del cimborrio.
los objetos de San Atilano guardados en la catedral o bien su báculo, depositado en la iglesia de San Pedro y San Ildefonso; a pesar de
todo, como no se alcanzara una solución satisfactoria, se organizó misa y procesión suplicando la intercesión del santo.111
Tras escuchar a la ciudad y a los caballeros
cubicularios, y mantener diversas entrevistas
con el prelado de la sede,112 el 11 de julio de
1644 el cabildo acordó entregar una reliquia
resolviendo que ésta fuera un hueso del
Santo a extraer de la urna que contiene sus
restos, y no ninguna de las conservadas en la
catedral –doc. n.º 21–. De todo ello se dio
cuenta al obispo y al regimiento municipal,
concretándose después que la reliquia adjudicada era un hueso del brazo.113
Las asambleas de los días 15 y 19 de julio
fijaron el ritual a seguir en su extracción.114 A
partir de las nueve de la noche del sábado,
día 23 de julio, las campanas de las iglesias y
del reloj tocarían a fiesta solemne.115 Además,
en la catedral se prepararían luminarias en el
pórtico y en las torres, dándose aviso a los
ministriles. La ceremonia se desarrollaría al
día siguiente, el domingo 24, y principiaría
con una procesión solemne desde la Seo
hasta San Pedro y San Ildefonso para recoger
la reliquia. El acta de la extracción, llevada a
cabo la víspera, indica que es un gueso que parecia ser canilla de un vraço, de la muñeca asta
el codo, con sus remates del y junturas; el qual
su señoria dejo apartado y ençima de un velo pajiço que estava ençima de dichos guesos y cuerpo
santo para efecto de llevarle mañana, dia domingo, en procesion a la catedral desta çiudad.116
Desde allí se transportaría a la catedral,
donde tendría lugar una misa de pontifical,
ofreciéndose después en adoración al pueblo.
Al anochecer, una vez concluidos los actos, se
encomendaría a los comisionados turiasonenses. Cuatro capitulares garantizarían la custodia de la presea sacra mientras permaneciera
en el templo. Las actas mencionan otros detalles del protocolo a seguir, que contempla la
participación de las principales autoridades
ciudadanas y de varios representantes de la
nobleza.
Tarazona conoció la buena nueva con rapidez, pues el mismo 23 de julio el consejo
gratificó a Juan Rodríguez, portero de Zamora, con 300 reales de estrenas y guantes por
hacer de correo. Además, acordó tomar mil
ducados a censo para enfrentar los gastos
que ocasionaría el acontecimiento y designó
seis comisarios –tres por el estamento de hidalgos y otros tres por el de ciudadanos– que
junto a los tres ya nombrados prepararían la
ciudad. Los festejos para el recibimiento quedaron, no obstante, a cargo del justicia y los
jurados.117 El clero de la Seo proyectó una
octava de sermones para la fiesta del Santo118
–entendemos que para las fechas de la traslación de su reliquia–.
El trofeo sacro llegó a Tarazona119 el lunes,
8 de agosto, y fue recibido por una nutrida
comitiva ciudadana encabezada por ediles y
capitulares que lo acompañaron hasta el sagrario de la parroquia de San Miguel arcángel –doc. n.º 22–. Dos días después el cabildo
catedralicio ratificaba el convenio alcanzado
por sus delegados y los municipales sobre su
propiedad y custodia: el cabildo cedería su
parte en los derechos sobre la reliquia a cambio de que la ciudad la depositara en la Seo
en tanto se erigiera un templo dedicado a San
Atilano.120 En la siguiente convocatoria
acordó que el día 12 Antonio Jimeno y Antonio Muñoz Serrano, síndicos desplazados a
Zamora, transfirieran la reliquia a los procuradores designados por ambas instituciones;
por parte eclesiástica se eligió en primera instancia a Miguel de Rada, arcipreste, Fernando de la Cervera y Carrasca, Lorenzo
Barrabés y Jorge de Burgos, canónigos, y al
racionero Diego Ruiz; a continuación se añadió a Martín de Blancas, arcediano de Calatayud, y al racionero Antonio de Rivas.121
Poco antes del ritual de entrega, en la
misma jornada el cabildo determinó que Lorenzo Barrabés y Diego Ruiz lleben la llabe del
arca de la reliquia del señor San Atilano a la
ciudad, y que se añada otra llave al arca, de
suerte que el cabildo tenga una llave del arca de
plata y otra de la arca de fuera, y respectivamente
Verdaderos retratos de los Santos Cuerpos de San Ildefonso y San Atilano, particular de las
urnas relicarios, hacia 1806-1810.
91
las otras dos la ciudad.122 Reunidas ambas cor-
poraciones en la iglesia de San Miguel ante el
pueblo de Tarazona congregado, el tesorero
Antonio Jimeno y Antonio Muñoz Serrano
abrieron los dos cofres que protegían el preciado resto:
los dichos señores… abriendo el dicho sagrario de el sacaron un cofrezico aforrado por
afuera con terciopelo carmessi, y guarnezido
y tachonado con galon de oro, y yerros y clavos dorados. El qual puesto encima el ara del
altar mayor, dichos señores tessorero y don
Antonio Muñoz Serrano lo habrieron con las
llaves que en su poder tenian, a saver es, el
dicho señor thessorero la cerradura del lado
drecho y dicho señor don Antonio Muñoz Serrano la del lado izquierdo. Y havierto dentro
del se allo un cofrezico o arquica de plata, la
qual sacada de dicho cofre fue allada çerrada
y liada por tres partes con unos listones de
seda, y en los remates sellada con tres sellos
grandes…123
Y luego, con unas tixeras se cortaron dichas
cintas con que estaba liada dicha arquica de
plata, y con una llave que se allo atada a dicha
arquica el dicho señor thesoreso habrio aquella. Y abierta se allo que estava cubierta con
un viril o vidrio guarnecido de varilla de plata,
y quitado aquel y un tafetan azul que habia
encima, debaxo se allo un tafetan carmessi, y
embuelta en el una canilla que parezia ser la
delgada del brazo, entera, con sus remates, de
largueza de una tercia, antes mas que menos.
Y tomandola en su mano, dicho señor thessorero la mostro al pueblo que asistia en dicha
yglesia para que la adorasse y venerasse, de
que se siguio a los circunstantes indecible consuelo y alborozo.
Una vez reconocido, los síndicos lo entregaron a los representantes del cabildo catedralicio y de la ciudad, que cerraron el cofre de
plata con una sola llave y lo colocaron en el
cofre forrado de terciopelo carmesí, que se
clausuró con dos llaves124 –doc. n.º 22–. A
continuación Martín de Blancas, arcediano de
Calatayud y presidente del cabildo, y José de
Gurrea y Cerdán, justicia de Tarazona –junto
a los jurados y el lugarteniente del justicia–,
tras absolver a los síndicos de todas las res-
Torre de la parroquia de San Miguel de Tarazona.
Retablo mayor. Parroquia de San Miguel arcángel,
1557-1572.
ponsabilidades adquiridas, encomendaron la
custodia de la reliquia, que había sido introducida de nuevo en el sagrario de San Miguel,
a Pedro Baiz, vicario parroquial, reservándose
las llaves.125
Ese mismo día, el cabildo turiasonense remitió una misiva al de Zamora informándole
de la recepción de la reliquia y agradeciéndole
la merced de su concesión.126 El 13 de agosto
se formalizaron mediante dos documentos públicos los pactos sobre la titularidad de la reliquia. Así, la catedral cedía la propiedad al
municipio con las reservas a las que ya se ha
hecho alusión; es decir, que ésta quedaría depositada en la Seo en tanto no se construyera
una iglesia dedicada a San Atilano127 –doc. n.º
23–. La ciudad cumplió con su parte del
acuerdo y tras nombrar procuradores a Francisco de Rama, ciudadano, y Juan de Barnuevo, infanzón,128 éstos encomendaron su
custodia al cabildo129 –doc. n.º 24–.
93
Tal y como habían expresado los comisarios al entregar la reliquia, la ceremonia de su
traslación a la Seo debía efectuarse –por motivos que no se explicitan– el 28 de agosto,
domingo. El día 16 la ciudad acuerda tomar
a censo las sumas necesarias para hacer frente
a los gastos derivados de la llegada y traslado
de la presea sacra, que el concejo fijó en
30.000 sueldos.130 Es probable que dicha
suma incluyera los 22.000 sueldos tomados
a crédito con autorización del concejo el 23
de julio. Tres días más tarde el cabildo decidía hacer un armario para albergar las reliquias del templo.131
Según Gregorio de Argaiz, las celebraciones se prolongaron durante veinte días y congregaron a gentes de las principales
localidades del obispado.132 Por desgracia, no
nos ha quedado otro testimonio de la ceremonia de traslación a la Seo y de las fiestas organizadas133 que el resumen de lo que las arcas
municipales gastaron en esta empresa, incluido lo que costó traer la reliquia, el adorno
de la misma y los actos lúdicos:
…haviendo visto las cuentas de lo gastado
en Zamora y en el adorno de la reliquia, y con
las estrenas y actos que se han hecho en la
consequcion y adorno de la reliquia, incluyendo las dietas del sindico, que se admitiessen, y admitiendo todo como justo,
ochocientas libras jaquesas, siquiere diez y seis
mil sueldos, y no mas, los quales admitieron
y mandaron se paguen de los bienes que hay
dispuestos por el consejo y conçello de dicha
ciudad para dicho fin.
Y assimismo, admitieron las quentas de los
gastos hechos en las fiestas, que con quatro
mil docientos sueldos jaqueses que estan
dados a don Antonio Muñoz, sindico, y se
han de incluir en las ocho planas, montan
ochocientas libras jaquesas. [Sumando todo]
treinta y quatro mil docientos cinquenta y tres
sueldos jaqueses.
Una de las consecuencias de las gestiones
desarrolladas con motivo de la obtención de
la reliquia de San Atilano fue el acuerdo de
hermanamiento al que llegaron los cabildos
catedralicios de Zamora y Tarazona. Las
condiciones del pacto se negociaron entre
septiembre134 y octubre, de modo que el 1º
de noviembre los capitulares turiasonenses
otorgaron su conformidad a la propuesta,
anunciando que si no se había rubricado ya
era por la ausencia del tesorero Antonio Jimeno, que había tenido un papel angular en
los acuerdos y cuya presencia para su legitimación parecía preceptiva.135 El 28 de noviembre el cabildo de la ciudad del Queiles
aceptó ante notario las condiciones de la hermandad –doc. n.º 27– y el 22 de diciembre
escribió a Zamora informando de ello.136
El feliz acontecimiento suscitó muy pronto
el entusiasmo de los turiasonenses. El consejo
celebrado en la víspera de la festividad del patrón acusó recibo de la llegada de un memorial por el que una persona devota ofrecía una
limosna de 6.000 escudos –es decir, 120.000
sueldos– para formar una renta anual de 300
escudos con la que edificar un templo en
honor del patrón. Una vez concluido dicho
oratorio, 200 escudos de renta atenderían al
sostenimiento de dos capellanes y los 100 restantes sufragarían la dote de dos doncellas
huerfanas pobres y virtuosas, para contribuir a
su matrimonio o para que entraran en religión –doc. n.º 25–. El regimiento municipal
dejó sobre la mesa cualquier decisión sobre
este particular pero en la siguiente reunión,
del día 10, se acordó aceptar la dádiva no sin
Arqueta de plata de la reliquia de San Atilano, particular de la inscripción. Catedral de Tarazona,1644.
94
Vista de la cabecera de la catedral de Tarazona.
antes informar de la misma al cabildo –doc.
n.º 26–. Por causas que desconocemos la empresa no prosperó y hubo de transcurrir un
siglo hasta que principiara la construcción de
la ermita del patrón.
Antonio Muñoz Serrano, delegado municipal para la consecución de la reliquia de San
Atilano, no se contentó con las 800 libras que
el consejo le asignó, pues consideraba que sus
gastos excedían dicha suma en otras 160 libras.137 La estimación municipal se había
hecho sobre la base de las ordinaciones, que
preveían una dieta diaria de 20 reales para los
síndicos, pero Antonio Muñoz alegaba que
su servicio constituía una sindicatura extraordinaria que no debía estimarse al amparo de
lo previsto en dicho marco legal.138
A finales de agosto de 1645 el consejo municipal acordó por vez primera conmemorar
la traslación de la reliquia de San Atilano, festejo que con el paso de los siglos ha llegado a
superar en importancia a la celebración particular del Santo, que el calendario litúrgico
sitúa el 5 de octubre. En esta primera oportunidad los munícipes decidieron dedicar a
esta jornada las velas –cera– que se acostum-
braban a gastar para San Gaudioso –doc. n.º
28–. En 1646 entre sus obligaciones figuraba
la preparación de la fiesta:
A vuestras mercedes se adbierte que el dia
de la traslacion de la reliquia del señor Sant
Atilano, que fue el dia de San Agustin, se ha
de pedir a los señores del cabildo se haga festibidad y procesion de la santa reliquia, y este
año pasado la hicieron por el claustro. Hay
sermon, y el prevenir el predicador y pagarlo
corre por cuenta de la ciudad, adbirtiendose
que se ha de pedir la licencia al cabildo para
que de el pulpito.139
En 1650 se acordó solicitar a la Santa Sede
breve y buleto para poder rezar de la traslacion
de la reliquia de señor Sant Atilano el dia que
se celebra, que es el domingo mas proximo a
veynte y ocho de agosto –doc. n.º 30–. En 1652
dicha fiesta tuvo lugar en 28 de agosto a
pesar de no ser domingo,140 con un formato
similar al actual.
Para entonces la devoción a San Atilano
había pasado a ser un pilar inamovible en el
imaginario religioso de los turiasonenses.
Buena prueba de ello es que ya en 1644 y
1645 prácticamente uno de cada cinco o seis
niños fue bautizado con el nombre del
95
patrón.141 También empezó a ser común el
encargo de pinturas que representaban al
prelado, como evidencia el testamento de
Cristóbal de Alzola, que en 1652 pidió a su
mujer, María García, que entregara a la Virgen de los Remedios, que esta en la hermita
de señor San Gines, un quadro que tengo de
señor San Atilano,142 cuyo aspecto podemos
imaginar a partir del lienzo coetáneo conservado en la parroquia de la Magdalena.
La llegada de la presea de San Atilano ejerció, por último, una influencia benéfica en el
interés del concejo por las reliquias propias de
la ciudad,143 incrementadas desde 1630 con
un fragmento del sudario que envolvía al patrón en su arqueta relicario de Zamora –doc.
n.º 16– y desde 1647 por una cruz pectoral de
oro con reliquias del Santo que donó en dicho
año Pedro Hernández de Nasarre –doc. n.º
29–. Esta cruz, actualmente en paradero desconocido,144 formaba parte del ornato del
busto relicario de plata cuando éste se procesionaba.
De la catedral a su propio
templo (1653-1744)
Como acabamos de comprobar, la ciudad
realizó un gran esfuerzo para conseguir la reliquia de su preclaro hijo. Sin embargo, casi
diez años después de su logro todavía no la
había alojado en un lugar acorde con su categoría. El 5 de mayo de 1653 el consejo conoce la voluntad de un devoto anónimo de
San Atilano de dorar su peana, generosidad
que recuerda a los munícipes la necesidad de
procurar una mayor veneración al santo, que
no cuenta con capilla propia y puesto para colocar la reliquia con decencia y seguridad. Por
ello, se propone la adquisición de la capilla de
los Cardenales de la catedral situada en la girola, la segunda del lado del Evangelio, dedicada a San Prudencio, San Lorenzo y Santa
Catalina, en la que se encuentran los sepulcros del obispo Pedro Pérez Calvillo y su hermano, el cardenal Fernando Pérez Calvillo, y
en ella fundar una cofradia so la invocacion del
santo. Ante la falta de peculio municipal, se
plantea pedir limosna a los devotos para poder
96
acometerla sin ocasionar ningún gasto a la ciudad. Como primera contribución, Gregorio
Corella ofrece una reja muy buena para el envellecimiento y luz de la capilla –doc. n.º 31–.
No obstante esta determinación, la alternativa de la capilla de los Pérez Calvillo fue desechada en favor de la compra del espacio
dedicado a la Santísima Resurrección, un amplio recinto edificado por el obispo Guillén
Ramón de Moncada (1496-1521) en el ángulo suroriental del claustro. Así, el 1 de julio
de 1653 los carpinteros y ensambladores turiasonenses Jerónimo Lozano de Morales,145
su sobrino Jusepe Balduz146 y Juan Pérez de
Huesca o Duesca147 capitulan con el justicia
y los jurados la realización de un retablo para
colocar la reliquia en ese ámbito. El documento –doc. n.º 32– incorpora unas detalladas condiciones redactadas por Jerónimo
Lozano de su puño y letra. Asimismo, en origen debía contener una traza diseñada también por Lozano que hoy no se conserva.
Las cláusulas expresan que el retablo tenía
que confeccionarse en madera de pino limpia
de nudos y tea, seca y bien curada porque se
pueda dorar luego y en ningun tiempo aga bicio.
La mazonería, que ocuparía todo el testero
de la capilla, constaría de banco, cuerpo de
tres calles flanqueadas por columnas de
orden corintio y fuste entorchado de 20 palmos de altura –3,60 m. aproximadamente–
con traspilastras y ático. La calle central del
cuerpo debía albergar un gran marco agallonado rodeado por una terma a cada lado. Las
calles laterales acogerían igualmente sendos
marcos agallonados y debajo dos tarjetas en
cuyo interior se tallaría el milagro del pez y
el anillo que caracteriza la iconografía de San
Atilano. Sobre los marcos campearían dos
tarjetas con las armas de la ciudad. Además,
debían elaborar una caja, perfectamente diseñada en la traza, para colocar en su interior
una urna con una puertecica con su cajon para
poner la reliquia del santo. Los soportes del
cuerpo sustentarían un entablamento con el
friso decorado con modillones con sus ojas, serafines y cogollos; dentellones, obalos con sus
saetillas y cartelas en la corona con las ojas arpeadas recorrerían la cornisa.
Vista de la capilla de la Santísima Resurrección de la catedral con la inscripción, 1653.
El ático estaría formado por dos columnas
compositas entorchadas con sus traspilastras
como las del cuerpo. Entre las columnas se
alojaría un marco acompañado de otras dos
termas. Flanqueando las columnas se debían
de hacer unos arbotantes o bichas y dos muchachos que estan asiendo de los festones uno en
cada lado. Las columnas del ático sustenta-
rían un entablamento que soportaría un
frontón con su cartela en medio y en los roleones
97
sus florones y en los tempanos sus agallones y
treglifos. A ambos lados del frontón se asen-
tarían dos niños, uno a cada lado, y en el interior de la cartela los artífices incluirían un
escudo con las armas del cabildo, de modo
que le an de asir los dos niños y tener con las
manos. De nuevo, dos termas flanquearían
esta parte del retablo.
Jerónimo Lozano, Jusepe Balduz y Juan
Pérez Duesca afrontarían el encargo a la tercera parte de la obra a cambio de 850 escudos,
equivalentes a 17.000 sueldos jaqueses. Antonio Muñoz Serrano, caballero de Santiago y
antiguo síndico concejil para la traída de la reliquia de San Atilano, el infanzón Diego Pablo
de Casanate Blasco, Pedro Gil y Diego Santa
Cruz actuaron como testigos del acto. Sorprende sobremanera que la capitulación no determine ni los plazos del pago –sólo indica el
adelanto de 100 escudos para adquirir la madera y de otros tantos para comenzar el trabajo– ni la fecha límite para entregar el retablo.
Con todo, el arreglo y preparación de la
capilla de la Santísima Resurrección para alojar la nueva máquina de San Atilano se firmó
a la mañana siguiente con los albañiles turiasonenses Francisco Quiros y Pedro de Alzola
–doc. n.º 33–. El texto documental, muy
breve y rubricado por Quiros, estipula lo que
se a de açer en la capilla de señor San Atilano:
en primer lugar, blanquearla con yeso, levantar un rodapié de dos varas de altura, agrandar la embocadura de acceso para instalar la
reja –probablemente la regalada por Gregorio Corella en mayo– y realizar una escalera
de madera, todo por 38 escudos. La reforma
debía estar concluida para la festividad de la
Asunción de la Virgen de ese mismo año. A
este momento debe obedecer el aspecto actual de la dependencia, así como la inscripción que recorre el friso del entablamento en
la que puede leerse en letras capitales EN
ESTA CAPILLA SE TRASLADO LA
S[ANTA] RELIQUIA DE S[AN] ATILANO A
28 DE AGOSTO DE 1653 DIERONLA EN
ZAMORA AÑO 16[44].
Se trata de un gran recinto de planta rectangular al que se ingresa por un arco de
medio punto sobre pilastras cubierto por bóveda de crucería estrellada que descansa
98
Vista actual del templo de San Atilano, 1744-1797.
sobre ménsulas y que fue construido, como
ya avanzamos, bajo el episcopado de Guillén
Ramón de Moncada. Al parecer esta capilla
ha contado desde su fundación con varias advocaciones que no han sido definidas con claridad.148 Sabemos que el 8 de agosto de 1614
el gremio de labradores quiso fundar una
hermandad en honor de San Lamberto en la
catedral.149 De hecho, el 17 de junio siguiente
el cabildo determinó que por razon de su cofradria puedan celebrar su fiesta con una salve
en la vispra de San Lamberto y con missa cantada el dia con que no concurran con el oficio divino.150 Un año después, el 16 de junio de
1616, autorizó la confección de un altar bien
adornado en el claustro donde el domingo puedan hazer su fiesta los cofradres de San Lamberto.151 Finalmente, el 12 de agosto les
permitió que colocaran lapida en el altar que
se erigio de Sant Lamberto en el claustro y en el
se diga missa haziendose de todo acto por quanto
no es neçessario pedir por ella licencia al señor
obispo.152 El altar se situó entre las capillas de
la Resurrección y del chantre Magaña, lo que
evidencia que los labradores no contaban con
un verdadero espacio litúrgico, sino con un
pequeño ámbito adosado a la pared entre dos
capillas.
Así transcurrió el tiempo hasta que en
1641 la congregación decidió levantar una
verdadera capilla en honor de su patrón. El
cabildo le ofreció el mismo emplazamiento
que ya ocupaba, pero, contrariamente a lo
que parecería obvio, la fábrica no fue construida en profundidad sino hacia adelante, en
la propia panda del claustro, por lo que no
sería de muy grandes dimensiones.153 No obstante, sabemos que contaría con su propia sacristía, tal y como se desprende del
testamento de Blas de San Juan, en el que
dona un quadro que tengo de San Lamberto
[para que] se de a la confradia de dicho santo
que esta fundada en el Aseo [sic], para que este
perpetuamente en la sacristia de la capilla de
dicho Santo.154
Fray Gregorio de Argaiz hace una breve
descripción de las capillas del claustro catedralicio que existían en tiempos del obispo
Diego Escolano (1660-1664), promotor de su
obra, si bien su publicación se retrasó hasta
1675.155 Expresa que, a continuación del espacio dedicado a la Exaltación de la Cruz erigido por el chantre Pedro de Magaña, se
ubicaba la tercera, que es muy curiosa ella, y el
Retablo, está dedicada a San Lamberto Labrador, y Martin [sic] de Zaragoza. Hanla edificado los labradores. La siguiente capilla, la
quarta, es de Nuestra Señora del Recuerdo,
Imagen de mucha devocion, y bien adornada.
No tiene patron particular porque todos la tienen
por patrona.156 Sorprende que Argaiz no aluda
a la instalación de la reliquia de San Atilano
en la capilla de la Resurrección, lo que nos
sugiere que el retablo trazado por Jerónimo
Lozano no se llegó a realizar y que para entonces tampoco el vestigio santo debía encontrarse en ella.
Sin embargo, mientras tanto la fiesta de la
traslación de su reliquia seguía afianzándose.
Así, en el consejo de 26 de agosto de 1653,
en el quinto cabo del orden del día, se solicita
que se resuelva qué fiestas se han de hazer, si
se hara lo que se ha acostumbrado. El consejo
respondió que se solemnize la fiesta como es cos-
tumbre.157 A esto debemos de añadir que la
ciudad se preparó, además, para la conmemoración de San Atilano, el 5 de octubre. Sabemos que con ese motivo el cabildo de la
catedral sacaba en procesión la reliquia del
santo, estando las calles entapizadas como el dia
del Corpus.
Ocho días más tarde, tras celebrar un oficio solemne en el altar mayor de la Seo con
asistencia de todo el cabildo y sermon de las alabanzas de dicho glorioso santo predicado por el
guardián del convento de los capuchinos, el
arcediano de Calatayud Francisco Antonio
de Hecharri y Guandía dio a adorar la reliquia al pueblo. Tras la homilía, en la que
también intervino el padre Salva de la Compañía de Jesús, se llevó en procesión la reliquia al espacio que nuebamente se ha erigido
para veneracion de dicho santo en el claustro.
Allí, en el nicho que a buen seguro debieron
practicar en el muro Quiros y Alzola, dentro
de un arca de plata con dos cerraduras que
todavía hoy sigue en uso,158 se alojó el vestigio tras la reja que para su custodia hay en el
altar. Esta arqueta se introdujo en una segunda arca aforrada de terçiopelo carmesi con
galones de oro y clavazon dorada con otras dos
cerraduras –doc. n.º 34–. Las dos arquetas
mencionadas fueron las traídas de Zamora
junto con la reliquia de 1644. El hecho de que
esta fuente documental no cite el retablo trazado por Jerónimo Lozano confirma que, en
efecto, no se ejecutó.
Con todo, la devoción al santo seguía tomando arraigo159 entre los turiasonenses. A
los pocos días fallecería Juana Antonia Felices, esposa del notario y familiar del Santo
Oficio Prudencio Ruiz de Pereda, procediéndose a la apertura de su última voluntad.
Tras disponer su sepelio en su capilla de San
Bernardino del convento de San Francisco,
la testadora recuerda la reciente erección de
una cofradía en honor de San Atilano en la
catedral, para la que si llegare en algun tiempo
a tener sacristia con jocalias para el culto divino,
se prestaría el cáliz que dona a la Seo para las
misas que se han de celebrar en la capilla de
Sant Atilano.160
En noviembre de ese mismo año el consejo
se hace eco de que un devoto ofreció de
99
nuevo limosna para dorar la peana del santo
con la condición de que se reintegrasen las
partes que le faltaban ya que no se podia dorar
sin repararla. El cabo informa de que se restauró con el menor gasto que se pudo, pero que
no esta concertado.161 Dos años más tarde el
lugar de su custodia necesitaba reparación,
pues el nicho donde esta la peaina del señor San
Atilano se lluebe y es preciso apañal [sic] el texado.162 Éste es, sin duda, el nicho que llevó
a cabo Juan Duesca en 1634 en el claustro de
la catedral –doc. n.º 19–.
Anualmente, la documentación refleja la
celebración de las fiestas en honor al santo
patrón, ya sea cuando se aproxima agosto ya
al llegar octubre, para disponer su organización y, sobre todo, de qué partida extraer el
dinero necesario para llevarlas a cabo. Así, el
19 de septiembre de 1655, cuando la festividad de San Atilano biene cerca y se han de
hacer las fiestas que se acostumbran, pero el
señor mayordomo no tiene dineros, los muníci-
pes resuelven que se repita lo mismo que
otros años y que para la merienda de los señores
justicia y jurados se gasten cien reales y se pague
todo de los bienes de la ciudad.163
Las dudas que aún pudieran suscitarse en
torno a si se llegó o no a realizar el retablo
analizado más arriba para la capilla de la Resurrección quedan disipadas a la luz del
punto segundo del consejo de 4 de junio de
1656. En él se acuerda delegar en Agustín de
Aguilar y en el capitán José García de la
Torre las negociaciones con el cabildo catedralicio para encomendarle la custodia de la
reliquia del Santo debido a que su actual ubicación en la capilla de la Resurrección se encontraba con poca decencia y son pocas
también las esperanças de mejorar –docs.
núms. 35 y 36–. Desconocemos realmente
qué pudo ocurrir.
De todas maneras, pese a la falta de dignidad en la que se encontraba la reliquia que
tantas gestiones había costado a la ciudad, las
celebraciones en honor del Santo seguían preparándose año tras año. Por ejemplo, el 31
de julio de 1656 el justicia propone al consejo
que para la traslación del vestigio del turiasonense decida qué tipo de festejos se han de
100
organizar. El consejo resolvió que se corran los
toros que los arrendadores de la carniceria tienen
obligacion de dar segun la capitulacion con que
arrendaron, y que se hagan las demas fiestas que
se acostumbran, que gasten 240 sueldos para
la merienda del dia de los toros y que puedan
dar a los corredores cinco reales de a ocho.164
La documentación nos obliga a dar un
gran salto en el tiempo para llegar al 10 de
octubre de 1667 día en el que, a ruego de los
ediles turiasonenses, el cabildo acepta extraer
un fragmento de la canilla de San Atilano
para colocarlo en un viril para que pueda ser
venerada por los fieles y enfermos en las festividades del Santo, con lo que se evitarán los
inconvenientes que presenta el ofrecer en
adoración el hueso completo –doc. n.º 37–.
No debemos de olvidar que, aunque la reliquia pertenecía al consistorio, éste dejó su
custodia en manos del cabildo, como sigue en
la actualidad. Con todo, cada año, en el acto
de entrega de las llaves y del sello al nuevo
justicia de la ciudad, se le traspasa una llave
de donde esta depositada la reliquia de señor
San Atilano.165
Las fuentes vuelven a guardar silencio166
hasta 1680. En el consejo convocado el 14 de
enero, en el punto noveno del orden del día,
se manifiesta que el doctor Miguel Ximénez
de Novallas, muy devoto del patrón de la ciudad, ofrecía el retablo que ha resultado de la
Virgen del Rio para colocarlo en la capilla de
San Atilano, lo que los munícipes aceptaron
y agradecieron –doc. n.º 38–. La ermita de la
Virgen del Río fue construida con motivo de
la localización casual de una cabecita femenina de piedra coronada en los arenales del
río Queiles durante la urbanización del paseo
paralelo al mismo, entre el puente de la Seo
y el humilladero de San Juan, a la altura del
Palacio Episcopal el 7 de noviembre de 1667.
Ante la imposibilidad de levantar el templo
en el lugar exacto del hallazgo, se eligió un
solar en la margen derecha del río, justo enfrente, al final del Prado de la ciudad, escenario de encuentro y celebración de festejos.
Una vez concluida la fábrica, los escultores
bilbilitanos Bernardo y Juan Ibáñez, padre e
hijo, recibieron el encargo de ejecutar el
retablo mayor en septiembre de 1675, que
estaba ultimado a finales de noviembre de
1679, con un año de retraso sobre lo pactado.
El mueble antiguo quedó en ese momento sin
uso y, además, no era cosa decente para collocarle esta ciudad en su Santa Yglesia cathedral.
A pesar de todo, y como ya hemos apuntado,
la máquina fue adquirida por el doctor Ximénez de Novallas con el propósito de acomodarla en la capilla de San Atilano de la Seo.167
Estos hechos corroboran que el retablo trazado por Lozano de Morales en 1653 no se
concluyó.168 Desconocemos si realmente el
mueble procedente de la Virgen del Río se
llegó a instalar en la catedral, pues este espacio
pasaría a albergar de manera estable desde el
año 1700 el monumento de Semana Santa,169
lo que evidencia de nuevo que la presencia del
patrón en la Seo era casi anecdótica. Por su
parte, la ciudad había gastado todo su presupuesto en levantar un templo con motivo de
la invención de la cabecita de la Virgen en el
río y poco podía hacer por San Atilano, salvo
conmemorarlo con actos lúdicos como espectáculos taurinos, hogueras y danzas.
Por el contrario, la devoción popular al
Santo no deja de presentar muestras, aunque
escasas a finales del siglo XVII, de su vigencia
y fervor en todos los estratos sociales. Así, el
1 de octubre de 1681 las religiosas del convento de la Concepción de Nuestra Señora se
obligan a celebrar anual y perpetuamente la
festividad de San Atilano manifestando nuestra
gratitud a tal beneficio, comulgar la comunidad a
la intencion de su Ilustrisima,170 el obispo Diego
Antonio Francés de Urrutigoyti (1673-1682).
Ya en el siglo XVIII, Atilano Calabia, maestro
puñalero turiasonense, encontrándose enfermo, dicta sus últimas voluntades y concede
de gracia especial a su sobrino Diego Calabia
un quadro del señor San Atilano.171 Parece que
fue frecuente que los vecinos bautizados con
el nombre del santo patrón tuvieran en propiedad pinturas con su efigie o que promovieran su piedad, pues también sabemos que
Josefa Tudela, esposa de Atilano Navarro,
cedió en su testamento para adorno de la capilla
de nuestro patron San Atilano un quadro que
tengo de la Virgen de la Huerta.172
Escultura de la Virgen del Río, h. 1668.
Este último dato nos ayuda a ratificar, además, que el Santo seguía estando presente en
la capilla del claustro de la catedral bajo la advocación de la Santísima Resurrección. Esta
situación continuó así hasta 1744, cien años
después de la traslación del vestigio desde Zamora, año en el que, a instancias del consistorio, se comenzó a edificar su propio templo,
a cuyo estudio y avatares constructivos dedicamos un capítulo aparte.
Festejos civiles en honor
de San Atilano
Como ya hemos advertido, desde el 7 de
septiembre de 1618, día en el que el consejo
declara que la fiesta de señor San Atilano esta
botada y que resuelve que la corrida de toros
que habitualmente tenía lugar en la feria de
septiembre se retrasase al día del patrón, el 5
de octubre –doc. n.º 6–, la mayoría de las noticias que recogen los cuadernos de secretaría
101
municipal se refieren a la organización de este
tipo de eventos, así como a su financiación.
La fiesta, marcada por el calendario religioso, comprendía múltiples manifestaciones
entre las que destacaban misas solemnes y
procesiones generales, hogueras y luminarias,
bailes y danzas, representaciones teatrales,
etc., dispersas por distintos espacios urbanos
y con punto de referencia obligado en la
Plaza Mayor, actual de España. Sin embargo,
poco a poco, el regocijo general se fue asociando sobre todo con los espectáculos taurinos. Sabemos que desde los años finales del
siglo XVI la ciudad disponía de varias reses,
aunque su suministro acabó siendo asignado
al arrendatario de las carnicerías ya que las
arcas públicas asumían el acondicionamiento
de la plaza para las corridas.173
De esta manera y a partir de 1644, año de
la consecución de la reliquia de San Atilano,
la ciudad patrocinaba dos festejos en honor
del patrón muy seguidos en el tiempo: el de
octubre, al que ya nos hemos referido, y el
del 28 de agosto, día de la traslación del vestigio desde el sagrario de la iglesia parroquial
de San Miguel a la Seo turiasonense.
Las actas de secretaría anuncian cada ejercicio la inminente llegada de estas fiestas y la
necesidad de planificarlas convenientemente,
aunque sólo citaremos las noticias que aporten alguna novedad o dato de interés sobre
ellas. Así, como apuntamos más arriba, el 31
de julio de 1656 ante la propuesta del justicia
sobre los regocijos para amenizar la conmemoración de agosto, el consejo resolvió que
ogueras y merienda acostumbradas y varas arrogadiças.176 Con toda seguridad, las varas arrogadiças hacen alusión a los juegos de cañas,
festejo derivado de los torneos medievales
que consistía en un combate entre cuadrillas
de jinetes que se lanzaban cañas fuertes de
madera y se defendían con escudos.177 A finales de septiembre, para recordar la festividad
del santo se vota que se lleven a cabo los espectáculos habituales y las hogueras, y se admite la oferta que ha hecho al señor capitan
Garcia, jurado preheminente, don Joseph Colao
que, por servir a la ciudad, dara una corrida de
toros para festexar al gloriosisimo San Atilano
comprando tres toros para que con los demas que
tiene se corra la corrida y esto con lo que la ciudad
le de para ayuda a los gastos de la corrida que
ofrece seyscientos sueldos jaqueses y que se pongan
los blandones con bea como es costumbre.178
Ocho años más tarde encontramos una novedad en las fiestas realizadas en obsequio y festexo de dicho glorioso santo, pues se decide que
no se mate ningún toro y que no se pague a corredores sino tan solamente hasta ocho reales de
a ocho.179 Cambio motivado, sin lugar a
dudas, por la especial carestía de esos años
unida al gasto de la construcción y dotación
del templo de la Virgen del Río.
En 1677, con ocasión de la conmemoración
de la reliquia, el consejo determina que se corran dos toros con cuerda y se hagan las ogueras
acostumbradas la visp[e]ra de su fiesta, y para el
dia de la fiesta se tenga un baile para regozixo y
festexo de la fiesta y las demas fiestas espirituales
que es costumbre.180 La celebración duraba al
se hagan las fiestas ordinarias de ogueras y danzas y que se de a los arrendadores por la corrida
de toros mil sueldos jaqueses.175
menos dos días y esta vez la diversión principal serían los toros con cuerda o, más propiamente, los toros de soga o maroma que
consistían en controlar a cada res mediante
una o dos cuerdas sujetas a su cabeza; los
arrendadores de las carnicerías proporcionaban el personal para el manejo de las cuerdas.
El toro quedaba agotado por el movimiento al
que se le sometía y era sustituido por otro.
Este tipo de espectáculo tenía la ventaja de ser
más económico pues no precisaba del cerramiento de la plaza. No obstante, en alguna
ocasión el animal se lograba soltar de la soga
Al año siguiente, en la preparación de la
fiesta de la traslación deciden que se agan las
Retablo mayor de la ermita de la Virgen del Río, 1675-1680.
se corran los toros que los arrendadores de la
carniceria tienen obligacion da dar segun la capitulacion con que arrendaron, y que se hagan
las demas fiestas que se acostumbran, que gasten
240 sueldos para la merienda del dia de los
toros y que paguen a los corredores cinco reales
de a ocho.174 Esta cuestión se plantea también
en la reunión de 28 de septiembre de 1659,
en la que se determina que para la festividad
del 5 de octubre se corra una corrida de toros y
102
Vista de la ermita de la Virgen del Río y de la Plaza de Toros Vieja, mediados del siglo XX.
con lo que era perseguido por las calles de la
ciudad hasta volver a reducirlo.181
Ya en julio de 1680 los munícipes determinan organizar la corrida de toros habitual sufragada por el arrendador de las carnicerías y
que los tres toros que la ciudad elige y compra
los adquiera Juan de Rada de Lamana.182 Dos
años después, decidieron consultar con el presidente del cabildo catedralicio si haciendo embajada la ciudad pidiendo la procesion de la santa
reliquia de señor San Atilano si la admitiran sin
licitacion alguna y en particular el que concurra en
dicha procesion el convento de carmelitas descalços
de dicha ciudad.183 Con este hecho comproba-
104
mos que los ediles precisaron innovar el protocolo para incorporar en el desfile solemne
por las calles a los frailes descalzos, gesto que
zanjaba los enfrentamientos suscitados por el
anhelo de los religiosos a establecer su casa en
la capital del Queiles a pesar de la negativa del
rey Felipe IV y de varios estratos de la sociedad turiasonense. Su convento, dedicado a
Santa Teresa de Jesús, fue fundado en 1680
aunque su presencia en Tarazona remonte al
hospicio que poseían desde mucho antes junto
al cenobio de San Ana, de la misma Orden,
construido a instancias del obispo fray Diego
de Yepes entre 1601 y 1603.184
En agosto de 1683 se debían correr y
matar seis toros;185 un baile, hogueras y las
demas del culto divino acostumbradas otros años
en semajante dia se llevarán a cabo en 1685.186
Los mismos actos más luminarias amenizarían la festividad de la traslación de la reliquia
en 1686.187 En 1688, por esqusar gastos a la
ciudad y a vuestras mercedes la molestia de conqurrir a otro consexo, adelantan la decisión de
qué fiestas conmemorativas debían organizar
en honor del santo al 14 de junio, para acabar
resolviendo que fueran idénticas a las del
ejercicio anterior.188
El 15 de mayo de 1689, el rey Carlos II
hace público su compromiso con la princesa
María Ana de Neoburgo. El 28 de julio firman las capitulaciones matrimoniales en
Viena y el 28 de agosto se oficiaría en Dusseldorf la boda por poderes, representando
al monarca el marqués de Este, su embajador en la capital austriaca. Ante estas noticias y por la proximidad de la fiesta de San
Atilano, ya el 7 de agosto el justicia plantea
qué eventos se pueden realizar, pues son
causa para preparacion de algunas demostraciones del festejo, y el consejo decide que se
efectúen luminarias, og[u]eras, procesion y una
bayla o danza.189
Debemos dar un gran salto en el tiempo
para llegar a la siguiente noticia remarcable
sobre los festejos entorno al patrón de Tarazona. Así, el 20 de agosto de 1751, el
ayuntamiento resuelve que se manifieste su
opinión al cabildo ante la novedad que se experimento el año antecedente de que cuatro
monaguillos trasladaran en andas la reliquia
de San Atilano contra la costumbre de llebarle
desde que se trajo quatro sacerdotes en que se
esperase continue.190
En mayo de 1767 los munícipes acordaron que se debía consultar con el presidente
del consejo de Castilla para que se permita
la celebración de una corrida de toros para
el día de la traslación de la reliquia.191 En
agosto de 1779 volvieron a llevar a cabo
toros de maroma, quedando comisionado el
señor Cimbor tanto para corrales como para
el numero, y que no salgan de la Plaza
Mayor.192
Finalmente, el 11 de agosto de 1781 los albañiles turiasonenses Tiburcio y Prudencio Serrano envían un memorial al ayuntamiento
para solicitar la realización de dos novilladas
en honor de San Atilano y clausurar la plaza
convenientemente para ello. Asimismo, piden
que cada persona pague un real de vellon por la
tarde y quatro dineros por la mañana de cuyo producto daremos trenta escudos de cada novillada
para los fines y usos en que vuestra señoria guste
invertirlos. El consistorio admitió la propuesta
con la condición de que si los novillos que franquehe la ciudad reciviesen algun daño devan satisfazerlo al arrendador del abasto y que la plaza
se cierre a satisfaccion y con la decencia correspondiente… y sea de su quenta el hazer llevar arena
a la plaza y empedrar los oyos que se hicieren y
bolver la madera dentro de dos dias concluida la
ultima funcion a sus dueños. La primera novi-
llada debía celebrarse el 29 de agosto y la segunda el 10 de septiembre. Con todo, el
regidor Asensio toma la palabra para recordar
que habían sucedido algunas desgracias en dichas funciones por lo que, personalmente, pedía
que no se llevaran a cabo.193
A finales del siglo XVIII prosperó un proyecto impulsado por un grupo de particulares
para construir en el Prado de la ciudad, junto
a la ermita de la Virgen del Río, un conjunto
de viviendas alrededor de un espacio octogonal que sería utilizado como coso taurino.
Fruto de este esfuerzo, entre 1790 y 1792 se
edificaría la conocida como Plaza de Toros
Vieja, que a partir de ese momento acogería
todos los festejos del año, incluidos los dedicados al patrón de la ciudad, hasta que en 1870
se levantara fuera del casco urbano la actual.194
Gracias a este breve recorrido nos percatamos de que las fiestas en honor de San Atilano
se van afianzando progresivamente a lo largo
de la segunda mitad del siglo XVII y en la centuria siguiente, para llegar a nuestros días rememorando la traslación de la reliquia cada
28 de agosto con la procesión del brazo relicario y todos los 5 de octubre, como festividad
municipal, conmemorando su fallecimiento en
la ciudad de Zamora.
105
1.- LOBERA, FRAY A. DE, 1596, Tercera Parte, capítulos XI a
XXII, ff. 377-422 v.
2.- Sobre este particular, véanse las apreciaciones apuntadas por
OSTEN SACKEN, C. VON DER, 1984, pp. 27-29; y MARTÍNEZ-BURGOS
GARCÍA, P., 1990, pp. 154-159.
3.- GÓMEZ ZORRAQUINO, J. I., 2007.
4.- Que reúne las noticias relativas a la recepción de la reliquia
del brazo del santo patrono en 1644 (SANZ ARTIBUCILLA, J. M.ª, vol.
II, 1930, doc. XLVIII, pp. 516-520).
5.- VALLEJO ZAMORA, J., 1985, doc. I, p. 276.
6.- Archivo Histórico de Protocolos de Tarazona [A.H.P.T.],
Alonso Gutiérrez de Viña, 1617, ff. 107-113 v., (Tarazona, 27-II1617); Archivo Municipal de Tarazona [A.M.T.], I.10.2-1, Libro de
derechos y privilegios, folio inicial.
7.- El primero, del que no se precisan fechas extremas, contenía
282 folios mientras que el segundo, que principiaba en 1630, incluía
398 folios. Véase A.M.T., Libro de actas municipales n.º 12 (17621763), s. f., (Tarazona, 2-VIII-1739).
8.- A.M.T., Libro de actas municipales n.º 18 (1773-1776), f. 274
v., (Tarazona, 27-III-1776).
9.- A.M.T., Libro de actas municipales n.º 10 (1750-1752), s. f.,
(Tarazona, 21-VII-1752).
Los documentos reunidos para su remisión a Roma figuran en
Archivo Diocesano de Tarazona [A.D.T.], Caja 652, nº 4, Informacion de testigos y compulsas a instancias del muy ilustre cabildo de
la Santa Iglesia Cathedral de esta ciudad sobre que el señor San Atilano es hijo y patrono de la misma ciudad. Tarazona, 1752, s. f.
10.- SERRANO MARTÍN, E., 2000, pp. 53-54; CRIADO MAINAR, J.,
2004, pp. 15-38.
11.- MARTÍNEZ DEL VILLAR, M., 1980, pp. 472-473; ARGAIZ, FRAY
G. DE, 1675 (I), pp. 119-120.
12.- La entrada de la puerta tenia un arco trimphal de pintura de
blanco y negro con figuras de Sant Prudencio, obispo desta ciudad,
y un Hercules, y otras, cada figura con sus versos abaxo en latin
(COCK, E., 1879, p. 74).
13.- LEYENDA DE LOS SANTOS, 1520, ff. 202-203 v. Deseamos expresar nuestra gratitud al doctor José Aragüés Aldaz, Profesor Titular del Departamento de Filología Española de la Universidad de
Zaragoza, por facilitarnos esta noticia fundamental y también por
orientarnos en el prolijo campo de la literatura hagiográfica del Renacimiento.
14.- VILLEGAS, A. DE, 1585, f. 413.
15.- En particular, LOBERA, FRAY A. DE, 1596, Tercera Parte, cap.
XI, ff. 377-377 v.
16.- Archivo Parroquial de San Andrés de Tarazona [A.P.S.A.T.],
Libro III de Bautismos (1575-1599), f. 220 v., (Tarazona, 22-III1598).
17.- Ibidem, f. 222 v., (Tarazona, 27-V-1598).
18.- Ibidem, f. 222 v., (Tarazona, 4-VI-1598).
19.- Ibidem, f. 225, (Tarazona, 15-X-1598).
20.- Ibidem, f. 236, (Tarazona, 8-XII-1599).
21.- A.P.S.A.T., Libro IV de Bautismos (1600-1622), f. 3, (Tarazona, 26-II-1600).
22.- A la sazón, la aragonesa María de Urrea, hija de los III condes de Aranda. Estaba casada con Enrique de Guzmán, V conde
de Alba de Liste. Véase LÓPEZ DE HARO, A., 1996, vol. I, p. 345.
23.- Que había tomado posesión de esta importantísima dignidad
capitular el 3-VI-1594. Véase Archivo de la Catedral de Tarazona
[A.C.T.], Caja n.º 680, Libro II capitular (1530-1603), ff. 324 v.-325.
24.- Que fue extracto secretario el 26-IV-1598 (A.H.P.T., Juan
Sánchez, 1597 con secretaría de 1597-1598, ff. 179-183). Las deliberaciones del consejo del ejercicio 1597-1598 no contienen referencias
a San Atilano.
25.- URZAY BARRIOS, J. Á., SANGÜESA GARCÉS, A. e IBARRA CASTELLANO, I., 2001, p. 188.
26.- El cabildo de Tarazona, con la destacada participación de
Diego Ram de Montoro, apeló al rey que dictaminó en contra de
los intereses bilbilitanos (ARGAIZ, FRAY G. DE, 1675 (I), pp. 461-462).
A partir de entonces la catedral decidió celebrar de manera especial
la festividad de San Gaudioso, patrón del obispado, al considerar
como un buen augurio que la decisión regia se hubiera formalizado
ese día (A.H.P.T., Juan Francisco Pérez, 1630-1631, ff. 491-492 v.)
(Tarazona, 19-XI-1631).
27.- LORENZO DE LA MATA, F. J. y SÁNCHEZ MOLLEDO, F. J.,
2000, pp. 7-10; también URZAY BARRIOS, J. Á., SANGÜESA GARCÉS,
A. e IBARRA CASTELLANO, I., 2001, pp. 318-323.
28.- DAMETO, J. B., 2000.
106
29.- CRIADO MAINAR, J., 2008, pp. 218-221. Falta, no obstante,
un estudio en profundidad que atienda a las diferentes facetas de
esta cuestión.
30.- Ibidem, p. 161, fig. n.º 92.
31.- CRIADO MAINAR, J., 2006 (I), pp. 111-120, y fig. n.º 11 en la
p. 44.
Es importante advertir que el señorío del lugar correspondía a la
mitra turiasonense y el mantenimiento de la parroquia estaba a
cargo del cabildo de la Seo.
32.- Así se constata por la documentación que conservaba en su
archivo sobre las aspiraciones tanto de Calatayud como de Tudela
(A.M.T., I.10.2-1, Libro de derechos y privilegios de la ciudad de
Tarazona, ff. 93, 94 y 108).
33.- Los datos sobre su carrera eclesiástica hasta tomar posesión
de la sede de Barbastro en MANRIQUE ARA, M.ª E., 2002, pp. 7279.
34.- DURÁN GUDIOL, A., 1994, pp. 38-43.
35.- Se conserva copia manuscrita en A.M.T., I.10.1-1, Ordinaciones de la ciudad de Tarazona de 1594.
36.- Hombre de gran altura, que ejerció notables responsabilidades en la Universidad de Huesca –de la que llegó a ser rector– y,
desde luego, eclesiásticas tanto en Tarazona como en el Santo Oficio
–en Granada y más tarde, ya como inquisidor, en Perú–. Véase
LAHOZ FINESTRES, J. M.ª, 2000, p. 172.
37.- A.H.P.T., Juan Pobar, secretaría de 1596-1597, s. f., sin data
pero hacia 11-III-1597.
38.- Primo que los señores del cavildo de la dicha ciudad nos han
hecho una envajada dando razon de una carta que han rescivido de
Joan de Casanate, cuya copia veran vuestras mercedes, en la qual
se dize se tiene por cierto que por el Consejo de Camara se a determinado Su Magestad se haga cathedral la yglesia de Tudela, y que
se a despachado ya a Roma. La ciudad acordó encargar al justicia
y a los jurados la tarea de respaldar al cabildo en las acciones precisas para abortar este intento (A.H.P.T., Juan Sánchez, 1597 con secretaría de 1597-1598, ff. 118-120 v.) (Tarazona, 7-XII-1597).
39.- Tal y como refiere ARGAIZ, FRAY G. DE, 1675 (I), pp. 430 y
512-516.
40.- A.H.P.T., Diego de San Martín, 1601, ff. 357-358 v., (Tarazona, 9-X-1601).
El 25-I-1599 Isabel de Insausti, viuda del músico Antonio Blavi,
había vendido a Melchor Cunchillos dicha capilla, que por entonces
estaba dedicada a Nuestra Señora de las Nieves (A.H.P.T., Juan
Sánchez, 1599, ff. 88-89 v.). El nuevo propietario acogió en ella a
los cofrades de San Roque (ibidem, ff. 472 v.-475) (Tarazona, 20VI-1599). Otras noticias complementarias sobre este espacio en
GÓMEZ URDÁÑEZ, C., 2009, pp. 129-132.
41.- Consta que aún no se había hecho el 19-IX-1593 (A.D.T.,
Caja 956, n.º 11, Visita pastoral a la parroquia de Santa María Magdalena de Los Fayos por el obispo Pedro Cerbuna). La primera noticia que lo describe sucintamente data del 8-XI-1600 (A.D.T., Caja
957, n.º 8, Visita pastoral a la parroquia de Santa María Magdalena
de Los Fayos por Juan Izquierdo Aznar, visitador general por el
obispo fray Diego de Yepes).
En marzo de 1601 la mazonería del retablo del Rosario de Los
Fayos fue propuesta como modelo para la realización de la arquitectura lígnea de otra pieza de similares características. Véase
CRIADO MAINAR, J., 2006 (I), p. 113, y nota n.º 32, p. 122.
42.- LABAÑA, J. B., 2006, pp. 144-145. En realidad, fray Atanasio
de Lobera sitúa la muerte de San Atilano en 1009. De otra parte, la
tradición más extendida hace a San Millán oriundo de Berdejo, localidad vecina de Torrelapa, donde se custodian sus restos (MARTÍNEZ DEL VILLAR, M., 1980, pp. 467-473).
43.- CRIADO MAINAR, J., 2006 (II), p. 425. Con bibliografía anterior. Las esculturas de San Prudencio y San Gaudioso presiden las
calles laterales en el último piso del cuerpo.
44.- 1. Et primo que haviendo Dios Nuestro Señor hecho merced
de preservar ha esta ciudad hasta aora de la peste y estando en otras
muchas ciudades y lugares en un dia paresçe que esta ciudad esta
obligada ha reconoscer esta merced y hazer algun sacrificio por ella,
y para esto se judica todo el pueblo a que se vote la fiesta de el [dia]
de Sant Roque para guardarla de aqui adelante. Que vuestra mercedes se sirvan que esto se ago y se pase a conzello.
[1] Fueron de voto y parescer quanto al primer cavo que se celebre
la fiesta del glorioso San Roque y se haga en razon en el concello, y
fuera del, lo que convenga, remitiendo en todo su buena execucion a
dichos señores justicia y jurados (A.H.P.T., Juan Sánchez, 1600 con
cuaderno de secretaría de 1599-1600, s. f.) (Tarazona, 14-VIII-1599).
Hay copia del voto, celebrado a 14-VIII-1599.
45.- [4] Item la devocion que esta ciudad tiene a la hermita de señora Sancta Anna es muy grande y tiene experiencia la merced que
Dios Nuestro Señor por medio e intercesion suya a hecho y haze a
esta ciudad en dar agua siempre que se a ydo a ella, y parece cosa
muy justa que esta ciudad la bote y guarde. Que vuestras mercedes
sean servidos mandar se haga y se hable con el señor obispo y cavildo para ello.
[4] Item quanto al quarto cavo fueron de boto y parecer que se
bote la fiesta y dia de señora Sancta Anna, y se de razon de ello a
los señores obispo y cavildo para que con su orden se haga
(A.H.P.T., Pedro Pérez de Álaba, secretaría de 1606-1607, s. f.) (Tarazona, 10-IV-1607).
Hay copia del voto, celebrado por el concejo el 2-V-1607.
46.- RICO LACASA, P. J. y LAPEÑA LAHERA, M.ª J., 1980, pp. 187
y 224.
47.- El acta de inspección cursada a las reliquias municipales el
29-IV-1615 por Francisco Navarro, tesorero de la Seo y vicario general, las describe con particular minuciosidad (A.H.P.T., Alonso
Gutiérrez de Viña, 1615, ff. 85 v.-89).
48.- En 11-IV-1615 el cabildo acordó que la cabeza de Santa Bárbara, protectora ante las tormentas con aparato eléctrico, fuese incluida en la procesión del día de San Marcos y colocada en la Torre
de las Reliquias junto al resto de las reliquias de la ciudad (A.C.T.,
Caja n.º 150, Actas capitulares, vol. IV (1606-1621), f. 212).
49.- No se conserva el acta original, incluida en el registro de secretaría de 1617-1618, a cargo del notario Alonso Gutiérrez de Viña,
que se ha perdido.
50.- A.H.P.T., Miguel de Añón, secretaría de 1618-1619, s. f.,
(Tarazona, 24-XI-1618).
51.- Desde dicho año la celebración de la fiesta de San Atilano figura entre las obligaciones que los ediles entrantes deben asumir,
tal y como se consignó en el Libro del estamento del gobierno antiguo, ahora perdido, pero que contenía las advertencias que la corporación saliente efectuaba a la que tomaba el relevo. Recogido en
A.D.T., Caja 652, nº 4, Informacion de testigos y compulsas a instancias del muy ilustre cabildo de la Santa Iglesia Cathedral de esta
ciudad sobre que el señor San Atilano es hijo y patrono de la misma
ciudad. Tarazona, 1752, s. f.
52.- A.H.P.T., Juan Rubio, 1619, ff. 303 v.-308, (Tarazona, 7-IX1619).
53.- El 17-I-1616 el cabildo decidió sacar por vez primera su reliquia en procesión (A.C.T., Caja n.º 150, Actas capitulares, vol. IV
(1606-1621), f. 221 v.), pero no sabemos cuándo se institucionalizó
su fiesta. Para su reliquia se hizo tiempo después un busto de plata,
el cuarto y último del templo, que se sufragó en buena medida con
cargo a la ejecutoria testamentaria del obispo Baltasar Navarro de
Arroita (1631-1642).
54.- A.H.P.T., Jaime Bueno, 1619 con secretaría de 1619-1620,
s. f., (Tarazona, 15-VII-1619).
Al parecer, se llegó a pedir la mediación real para zanjar el problema. El monarca ordenó que cada institución designara un representante al que se sumaría el suyo, el jurista Lucas Pérez Manrique
(ibidem, s. f.) (Tarazona, 20-X-1619). Por su parte, el cabildo delegó
en el obispo Martín Terrer y la ciudad en Dionisio de Eguarás (ibidem, s. f.) (Tarazona, 20-XII-1619).
55.- Un interesante acuerdo sobre la regulación de sus gastos en
A.H.P.T., Alonso Gutiérrez de Viña, secretaría de 1610-1611, ff.
275 v.-278, (Tarazona, 15-IX-1610).
56.- Tal y como precisa la concordia mencionada en la nota precedente.
Desde el 6-XI-1609, en la octava de las festividades de San Prudencio y San Gaudioso sus bustos de plata permanecían en el altar
mayor del templo (A.C.T., Caja n.º 150, Actas capitulares, vol. IV
(1606-1621), f. 77). Además, el 6-XI-1615 se resolvió que cuando
se hiciera procesión con uno de los citados bustos se exhibiera también el otro (ibidem, f. 218).
57.- Unos días antes, el 15-IX-1620, el consejo había acordado
disponer para San Atilano fiestas y regocijos, y también que en esa
jornada se corrieran toros (A.H.P.T., Juan Rubio, secretaría de
1620-1621, ff. 201-206).
58.- ESTEBAN LORENTE, J. F., 1981, t. II, cat. n.º 3, p. 79, y t. III,
doc. n.º 18, pp. 28-30; ARRÚE UGARTE, B. (dir.), 1990, p. 173; y ESTEBAN LORENTE, J. F., 1994 (II), pp. 246-249. Véase también la ficha
incluida en el catálogo de la presente obra.
59.- ARRÚE UGARTE, B. (dir.), 1990, p. 173; ESTEBAN LORENTE,
J. F., 1993 (II), pp. 366-367; CRIADO MAINAR, J., 1994 (I), pp. 182185; AINAGA ANDRÉS, M.ª T. y CRIADO MAINAR, J., 1996, pp. 118124, pp. 129-133, y pp. 135-136, doc. n.º 8; CRIADO MAINAR, J.,
1997 (II), pp. 254-255. Véase también la ficha incluida en el catálogo
de la presente obra.
60.- CAÑADA SAURAS, J., 1981, doc. n.º 167, p. 296; ARRÚE
UGARTE, B., (dir.), 1990, pp. 173-174; ESTEBAN LORENTE, J. F., 1993
(I), p. 98, y nota n.º 6, pp. 110-111; CRIADO MAINAR, J., 1994 (II),
pp. 186-189; AINAGA ANDRÉS, M.ª T. y CRIADO MAINAR, J., 1996,
pp. 124-127, y docs. núms. 6 y 7, pp. 133-135; CRIADO MAINAR, J.,
1996, doc. n.º 112, pp. 848-849; CRIADO MAINAR, J., 1997 (I), pp.
280-281. Véase también la ficha incluida en el catálogo de la presente obra.
61.- CRIADO MAINAR, J. y ESCRIBANO SÁNCHEZ, J. C., 1995, pp.
119-150.
62.- A.D.T., Caja 652, n.º 4, Informacion de testigos y compulsas
a instancias del muy ilustre cabildo de la Santa Iglesia Cathedral de
esta ciudad sobre que el señor San Atilano es hijo y patrono de la
misma ciudad. Tarazona, 1752, s. f.
63.- BRUÑÉN IBÁÑEZ, A. I., JULVE LARRAZ, L. y VELASCO DE LA
PEÑA, E. (coords.), 2005, p. 182, doc. n.º 4027 (4608); pp. 181-182,
doc. n.º 4026; y p. 183, doc. n.º 4033.
64.- A.H.P.T., Juan Rubio, 1621, ff. 514 v.-515, (Tarazona, 7-X1621).
65.- Ibidem, f. 640 v.-641., (Tarazona, 14-XII-1621).
66.- A.H.P.T., Juan Rubio, secretaría de 1620-1621, ff. 282-282
v., (Tarazona, 27-XI-1620).
67.- A.H.P.T., Miguel de Añón, secretaría de 1621-1622, s. f.,
(Tarazona, 19-II-1622).
68.- CRIADO MAINAR, J., 1996, doc. n.º 112, pp. 848-849.
69.- A.H.P.T., Miguel de Añón, secretaría de 1623-1624, s. f.,
(Tarazona, 6-XI-1623).
70.- A.H.P.T., Francisco Lamata, secretaría de 1626-1627, f. 28
v., (Tarazona, 1-VI-1626).
71.- Los datos que se ofrecen son el resultado de computar el total
de los bautismos registrados en dichos años en las tres parroquias
de la ciudad: San Andrés apóstol de la catedral, Santa María Magdalena y San Miguel arcángel.
Sobre las cifras de natalidad del periodo puede consultarse RICO
LACASA, P. J. y LAPEÑA LAHERA, M.ª J., 1980, p. 224.
72.- Con motivo de su visita a Tarazona de noviembre de 1623
se acordó agasajarle con un regalo (A.H.P.T., Miguel de Añón, secretaría 1623-1624, s. f.) (Tarazona, 6-XI-1623).
73.- CARRETERO CALVO, R., 2006, p. 71, y nota n.º 13, p. 73.
74.- Sus datos familiares se ofrecen en IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, J. y
CRIADO MAINAR, J., 1999-2000, pp. 95-98.
75.- A.H.P.T., Juan Sánchez, 1594, carta inserta entre ff. 381-382,
(Tarazona, 14-VI-1594).
76.- A.H.P.T., Juan Sánchez, 1597 con secretaría de 1597-1598,
ff. 28-31 v., (Tarazona, 7-VI-1597) [nombramiento para el cargo];
ibidem, ff. 48-49, (Tarazona, 17-VII-1597) [jura del mismo].
77.- Ibidem, ff. 179-183 v., (Tarazona, 26-IV-1598); Juan Sánchez,
1598, ff. 459-461, (Tarazona, 13-VIII-1598).
78.- SÁNCHEZ, P., 1994, pp. 81 y 84.
79.- JARQUE MARTÍNEZ, E., 2007, p. 295.
80.- JARQUE MARTÍNEZ, E. y SALAS AUSENS, J. A., 2003, p. 172.
81.- CASADO ARBONIÉS, M., 2000, p. 162; NAVARRO BONILLA, D.
y ROY MARÍN, M.ª J. (eds.), 2002, pp. 339-362.
82.- IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, J. y CRIADO MAINAR, J., 1999-2000, pp.
93-126.
83.- En 1626 fue incendiada la puerta de la residencia turiasonense
de Lucas Pérez Manrique en circunstancias que no se pudieron aclarar. En señal de solidaridad, el consejo decidió correr con los gastos
de la reparación de las casas del justicia, a quien por tantos titulos tenemos tan grandes obligaciones (A.H.P.T., Alonso Gutiérrez de
Viña, secretaría de 1625-1626, ff. 351 v.-357) (Tarazona, 24-III-1626).
Véase también IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, J. y CRIADO MAINAR, J., 19992000, nota n.º 13, p. 98.
84.- Es posible que el tejido que recibió Diego de Gante se extrajera con ocasión de la procesión del cuerpo santo efectuada en Zamora en mayo de 1627 para pedir su intercesión ante una epidemia
de garrotillo (BÉCARES BOTAS, V., 1990, p. 95).
85.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1630 con secretaría de 16301631, ff. 869-882 v., (Tarazona, 12-IX-1630).
86.- CARRETERO CALVO, R., 2005-2007, pp. 188-189. Véase también la ficha incluida en el catálogo de la presente obra.
107
87.- A.H.P.T., Juan Rubio, secretaría de 1629-1630, s. f., (Tarazona, 3-IV-1630) [acuerdo para que se vote la fiesta de San Blas y
reunión del concejo en la que se corrobora]; Francisco Lamata, 1630
con secretaría de 1630-1631, ff. 625-630, (Tarazona, 25-V-1630) [celebración de fiesta, rogativa y novena de misas en honor de San
Blas].
88.- Por entonces se produjo un aumento de la mortalidad, impulsada por una crisis previa de malas cosechas. Véase RICO LACASA, P. J. y LAPEÑA LAHERA, M.ª J., 1980, p. 188.
El vicario de San Miguel anotó en los registros parroquiales de
1631: Ojo, en esta ocasion, que fue el año de las muertes, en tres
meses no se baptizo alguno en esta iglesia [entre 28-X-1631 y 27-I1632]. Véase A.D.T., Fondo de San Miguel arcángel de Tarazona,
Quinque libri, vol. IV (1587-1669), f. 96.
89.- CARRETERO CALVO, R., 2006, pp. 67-88; CARRETERO
CALVO, R., 2005-2007, pp. 173-175. Véase también la ficha incluida
en el catálogo de la presente obra.
90.- ARRÚE UGARTE, B. (dir.), 1991, p. 267. Véase también la
ficha incluida en el catálogo de la presente obra.
91.- Ibidem, p. 279. Su atribución a Francisco Leonardo en CARRETERO CALVO, R., 2005-2007, p. 189. Véase también la ficha incluida en el catálogo de la presente obra.
92.- Así, por ejemplo, Atilana Francisca Teresa Benita Colau, bautizada el 7-X-1638. Véase A.D.T., Fondo de Santa María Magdalena
de Tarazona, Quinque libri, vol. II (1588-1652), f. 116 v.
93.- Consta que en 1642 Juan Agustín Arbiniés había elevado un
memorial al rey y el asunto había sido tratado en el consejo de Aragón (A.H.P.T., Pedro Francisco Lamata, secretaría de 1643-1644,
s. f.) (Tarazona, 27-XI-1643).
94.- A.H.P.T., Juan de Barnuevo, 1643, ff. 292-295, (Tarazona,
21-IX-1643).
95.- Sea memoria que en 14 de julio de 1643 vino a Los Fayos la
Magestad de Philippo 4, rey de las Hespañas, y fue muy agradado
de la amenidad y sitio de dicho lugar (A.D.T., Fondo de Santa
María Magdalena de Los Fayos, Quinque libri, vol. I (1564-1679),
s. f.
96.- ARGAIZ, FRAY G. DE, 1675 (I), pp. 472 y 596-597.
97.- A.H.P.T., Pedro Francisco Lamata, secretaría de 1643-1644,
s. f., (Tarazona, 15-VII-1643). El 24-VII-1643 el mayordomo presentó la cuenta de los gastos ocasionados por la visita real, que alcanzaban los 20.331 sueldos 10 dineros (ibidem, s. f.).
98.- El consejo delegó en Lucas II Pérez Manrique por el estamento de hidalgos y a Bernardo Castejón por el de ciudadanos (ibidem, s. f.) (Tarazona, 27-VII-1643).
99.- Archivo de la Catedral de Zamora [A.C.Z.], Libro manuscrito n.º 124, Actas capitulares (1622-1644), f. 367, (Zamora, 22-VI1644).
100.- Ibidem, ff. 366 v.-367, (Zamora, 22-VI-1644).
101.- Ibidem, f. 366 v., (Zamora, 22-VI-1644).
102.- A.H.P.T., Juan de Barnuevo, 1643, ff. 292-295, (Tarazona,
21-IX-1643).
103.- Documento citado por BÉCARES BOTAS, V., 1990, p. 95.
104.- A.H.P.T., Pedro Francisco Lamata, secretaría de 1643-1644,
s. f., (Tarazona, 27-XI-1643).
105.- Ibidem, s. f., (Tarazona, 3-XII-1643).
106.- Ibidem, s. f., (Tarazona, 12-III-1644).
Véase también sobre el particular la remisión de esta correspondencia en FERNÁNDEZ DURO, C., 1891, p. 111; y FERNÁNDEZPRIETO DOMÍNGUEZ, E., 1973, p. 101.
107.- A.H.PT., Pedro Ruiz de Pereda, 1645 con secretaría de 16441645, s. f., (Tarazona, 23-III-1644).
108.- SANZ ARTIBUCILLA, J. M.ª, 1930, vol. II, doc. XLVIII, p. 516.
109.- A quien se fijó un salario diario de 40 sueldos, conforme a
lo estipulado en las ordinaciones municipales (A.H.PT., Pedro Ruiz
de Pereda, 1645 con secretaría de 1644-1645, s. f.) (Tarazona, 31-V1644).
Al parecer, fueron también comisionados municipales Diego Casanate y Juan de Falces. Véase ARGAIZ, FRAY G. DE, 1675 (I), p. 473.
110.- A.C.Z., Libro manuscrito n.º 124, Actas capitulares (16221644), ff. 366-367, (Zamora, 22-VI-1644).
111.- Ibidem, f. 368, (Zamora, 28-VI-1644).
112.- Cabildos del 25 y 26-VI-1644 (ibidem, ff. 367 y 367 v., en
los que se escuchó la opinión de la ciudad); del 30-VI, 1-VII y 4-VII1644 (ibidem, ff. 368 v.-369, 369 y 369 v., en los que manifestaron
su parecer los caballeros cubicularios); 5, 7 y 9-VII-1644 (ff. 369 v.370, 370 y 370-370 v., en los que se recabó el punto de vista del
obispo).
108
113.- Ibidem, ff. 371-371 v., (Zamora, 13-VII-1644).
114.- Ibidem, ff. 371 v. y 372-372 v., (Zamora, 15 y 19-VII-1644).
115.- Ibidem, ff. 372 v.-373, (Zamora, 23-VII-1644).
116.- BÉCARES BOTAS, V., 1990, pp. 131-133, doc. S.A. 2.
117.- A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, 1645 con secretaría
de 1644-1645, s. f., (Tarazona, 23-VII-1644). A continuación el concejo aprobó la toma de dicha suma a censo (ibidem, s. f.) (Tarazona,
23-VII-1644).
118.- SANZ ARTIBUCILLA, J. M.ª, 1930, vol. II, p. 520.
119.- En 1708 el padre Ranzón menciona con escepticismo la creencia popular de que en el camino obró prodigios tales como evitar
la caída por un precipicio de la carroza que la transportaba. Véase
[RANZÓN, P.], 1708, pp. 142-143.
120.- SANZ ARTIBUCILLA, J. M.ª, 1930, vol. II, p. 517.
121.- Ibidem, p. 517-518. Carta pública de procuración en
A.H.P.T., Pedro Francisco Lamata, 1644, ff. 370 v.-372 v., (Tarazona, 11-VIII-1644).
122.- SANZ ARTIBUCILLA, J. M.ª, 1930, vol. II, p. 519.
123.- La versión del documento que testificó el secretario de la
ciudad explicita que estos tres sellos correspondían al obispo, el cabildo y la ciudad de Zamora (A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda,
1645 con cuaderno de secretaría de 1644-1645, s. f.) (Tarazona, 12VIII-1644).
124.- Documento transcrito asimismo en A.D.T., Caja 652, nº 4,
Informacion de testigos y compulsas a instancias del muy ilustre cabildo de la Santa Iglesia Cathedral de esta ciudad sobre que el señor
San Atilano es hijo y patrono de la misma ciudad. Tarazona, 1752,
s. f.
125.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1644-1646, ff. 98-98 v., (Tarazona, 12-VIII-1644); y Prudencio Ruiz de Pereda, 1645 con cuaderno de secretaría de 1644-1645, s. f., (Tarazona, 12-VIII-1644).
126.- BÉCARES BOTAS, V., 1990, p. 95.
127.- Una segunda versión del documento en A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, 1645 con secretaría de 1644-1645, s. f., (Tarazona, 13-VIII-1644).
128.- El nombramiento de procuradores en ibidem, s. f., (Tarazona, 13-VIII-1644).
129.- Una segunda versión del documento en ibidem, s. f., (Tarazona, 13-VIII-1644).
130.- Ibidem, s. f., (Tarazona, 16-VIII-1644). Sigue el concejo en
el que se fija el importe de las sumas tomadas a censo.
131.- SANZ ARTIBUCILLA, J. M.ª, 1930, vol. II, p. 519.
132.- ARGAIZ, FRAY G. DE, 1675 (I), p. 473.
133.- Entre las que consta se incluyeron tres corridas de toros
(A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, 1645 con secretaría de 16441645, s. f.) (Tarazona, 22-IX-1644). Con posteridad, el mayordomo
presentó otra cuenta por 2.179 sueldos (ibidem, s. f.) (Tarazona, 17IV-1645).
Véase también SANZ ARTIBUCILLA, J. M.ª, 1930, vol. II, p. 519.
134.- A.C.Z., Libro manuscrito n.º 124, Actas capitulares (16221644), f. 374, (Zamora, 27-IX-1644). Hay copia de los capítulos de
hermandad en A.C.Z., legajo n.º 36. Citado por MATILLA TASCÓN,
A., 1964, p. 208.
135.- A.C.Z., legajo n.º 58 (I), Correspondencia de 1644-1660,
(Tarazona, 1-XI-1644).
136.- Ibidem, (Tarazona, 22-XI-1644).
137.- A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, 1645 con secretaría
de 1644-1645, s. f., (Tarazona, 18-II-1645).
138.- Ibidem, s. f., (Tarazona, 21-II-1645); ibidem, s. f., (Tarazona, 17-IV-1645); y A.D.T., Caj. 17, lig. 13, n.º 14, Razon de las
fiestas que se celebraron en obsequio de la reliquia de el Patron San
Atilano [consulta a los abogados de la ciudad sobre la pretensión
de Antonio Muñoz Serrano].
139.- A.D.T., Caja 652, nº 4, Informacion de testigos y compulsas
a instancias del muy ilustre cabildo de la Santa Iglesia Cathedral de
esta ciudad sobre que el señor San Atilano es hijo y patrono de la
misma ciudad. Tarazona, 1752, s. f.
140.- A.M.T., Libro de actas municipales n.º 1, Resoluciones del
consejo (1647-1681), f. 37, Tarazona, 21-VIII-1652). Ese año el 28
de agosto cayó en miércoles.
141.- En 1644 fueron 39 de un total de 203 y en 1645 32 sobre
185 niños.
142.- A.H.P.T., Juan Francisco Tejero, 1652, ff. 610-613 v., (Tarazona, 24-X-1652).
143.- Véase el acuerdo del concejo sobre el adorno de la capilla
de las reliquias en A.H.P.T., Miguel de Añón, secretaría de 1649, s.
f., (Tarazona, 1-V-1649).
144.- Véase también la ficha incluida en el catálogo de la presente
obra.
145.- Sólo hemos logrado encontrar dos menciones documentales
más de este artífice. En abril de 1647 el carpintero Jerónimo Lozano,
natural de Tarazona y habitante en el monasterio de Guerta, requiere a Agustín Iraqui y Aguilar, infanzón, mayordomo de la cofradía de San Pablo de caballeros hijosdalgo de Tarazona, para que
mostrara el libro de la cofradía adonde estan asentados los nombres
de los confrades que han sido y son […] para sacar por acto y testimonio publico el linaxe y casal de los Lozanos. Actuó como testigo
el carpintero e infanzón turiasonense Jusepe Asensio (A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, 1647, ff. 184 v.-185) Por otro lado, el 2 de
mayo de 1654 Juan Pérez Duesca, carpintero, y su esposa Quiteria
Sánchez, vecinos de Tarazona, y Juan Jerónimo Lozano y Morales,
infanzón, domiciliado en Tarazona, su fianza, venden al convento
de la Concepción de Nuestra Señora de la ciudad, 100 sueldos censales sobre unas casas y un corral sitos en la carrera de Tudela, así
como sobre otros bienes, por precio de 2.000 sueldos. Actúa como
testigo el carpintero turiasonense Luis Sánchez. Documento de cancelación al margen de 7-II-1692 testificado por Pedro Brun
(A.H.P.T., Pedro Brun, 1654, ff. 84-86).
146.- El 1 de septiembre de 1661 dicta su testamento Matías de
Arnedo, ya enferma, esposa del carpintero José Balduz, ambos domiciliados en Tarazona. En él se recoge que el matrimonio tiene
ocho hijos menores de 14 años llamados Josefa, María, José, Francisca, Matías, Francisco, Ana y Juan Atilano Balduz (A.H.P.T.,
Pedro Brun, 1661, ff. 148-150) (Tarazona, 1-IX-1661).
147.- Juan Pérez de Huesca fue el autor del retablo mayor de la
iglesia conventual de San Joaquín de Tarazona. Véase CARRETERO
CALVO, R., 2003, p. 68.
148.- GÓMEZ URDÁÑEZ, C., 2009, pp. 142-146 y 154-156.
149.- A.C.T., Caja n.º 150, Actas capitulares, vol. IV (1606-1621),
f. 199. Documento citado en GÓMEZ URDÁÑEZ, C., 2009, p. 142.
150.- A.C.T., Caja n.º 150, Actas capitulares, vol. IV (1606-1621),
f. 213 v.
151.- Ibidem, f. 230 v. Documento citado en GÓMEZ URDÁÑEZ,
C., 2009, p. 142.
152.- A.C.T., Caja n.º 150, Actas capitulares, vol. IV (1606-1621),
f. 233. Documento citado en GÓMEZ URDÁÑEZ, C., 2009, p. 142.
Allí se ofició, en efecto, la ceremonia religiosa en honor del santo
al día siguiente, ante la imagen gótica de Nuestra Señora de la
Huerta que había presidido el antiguo retablo mayor de la Seo
(CRIADO MAINAR, J., 2006, p. 422, nota n.º 19).
153.- GÓMEZ URDÁÑEZ, C., 2009, pp. 143-144.
154.- A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, 1663-1665, ff. 170174 v., (Tarazona, 14-VIII-1665).
155.- Véase la ficha incluida en el catálogo de la presente obra.
156.- ARGAIZ, FRAY G. DE, 1675 (I), p. 497.
157.- A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, secretaría de 1653, s.
f., (Tarazona, 26-VIII-1653).
158.- Véase la ficha incluida en el catálogo de la presente obra.
159.- Incluso se llega a crear una obra de teatro en su honor bajo
el título Comedia Nueva. El apostol de Leon y protector de Zamora
San Atilano escrita por un ingenio de esta corte e impresa en Madrid, en la imprenta de Juan Sanz ubicada en la calle de la Paz. Se
conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, signatura T/4385.
160.- A.H.P.T., Miguel de Añón, 1652-1655, ff. 65-72 v., (Tarazona, 18-X-1653).
161.- A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, secretaría de 1653, s.
f., (Tarazona, 9-XI-1653).
162.- A.H.P.T., Gil López, 1655, ff. 116 v.-121 v., (Tarazona, 14VI-1655).
163.- A.H.P.T., Marco Antonio Purujosa, 1654-1656, ff. 31 v.37, (Tarazona, 19-IX-1655).
164.- A.H.P.T., Pedro Prudencio de Azagra, secretaría de 1656
en el protocolo de 1656, ff. 356 v.-360, (Tarazona, 31-VII-1656). Lo
mismo en A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, secretaría de 1659,
ff. 330 v.-334, (Tarazona, 10-VIII-1659).
165.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1678 con secretaría de 1678,
ff. 187-188 v., (Tarazona, 31-XII-1677).
166.- En realidad hemos localizado numerosas alusiones a la organización de los festejos civiles en honor de San Atilano que trataremos en otro apartado.
167.- AINAGA ANDRÉS, M.ª T. y CRIADO MAINAR, J., 2003-2004,
pp. 257-267.
168.- El 17 de mayo de 1680 el cabildo aprobó la colocación de
un retablo en la capilla de la Resurrección de la catedral, sin duda
el donado por Ximénez de Novallas. Véase GÓMEZ URDÁÑEZ, C.,
2009, p. 155. Con todo, en abril de 1684 el capítulo de la cofradía
de la Santísima Resurrección del claustro de la catedral nombra
como sus procuradores al doctor Pedro de Pueyo, canónigo penitenciario de la seo, a Pedro Corella de Contralperche, y a Francisco
Lamata, infanzones, ciudadanos y vecinos de Tarazona, para recibir
unas cantidades que esperan y para que las gasten en hazer un almario y poner en el todas las escrituras y cosas que importan a la
cofradia con tres llabes que entregaran al prior de eclesiasticos, la
una, y las otras dos a los dos seculares mayores en hedad, el qual
almario este dentro el altar de la capilla de dicha cofadria y de lo
que sobrare y continuaren en cobrar, hagan un retablo o lo gasten
en aumento de dicha cofadria, dando cuenta de lo cobrado y gastado a los priores quando lo pidieren. En A.H.P.T., Gaspar de
Añón, 1684, ff. 161-162 v., (Tarazona, 2-IV-1684).
169.- GÓMEZ URDÁÑEZ, C., 2009, p. 155.
170.- A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, 1681, ff. 158-160, (Tarazona, 1-X-1681).
171.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1707-1717, ff. 16-18, (Tarazona, 20-III-1707).
172.- A.H.P.T., Rafael Sánchez, 1733, ff. 70-71, (Tarazona, 20V-1733).
173.- AINAGA ANDRÉS, M.ª T., 2000, p. 179.
174.- A.H.P.T., Pedro Prudencio de Azagra, 1656 con secretaría
de 1656, ff. 356 v.-360, (Tarazona, 31-VII-1656). Lo mismo en
A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, secretaría de 1659, ff. 330 v.334, (Tarazona, 10-VIII-1659).
175.- Ibidem, ff. 342-345 v., (Tarazona, 28-IX-1659).
176.- A.H.P.T., Juan Francisco Tejero, 1660, s. f., (Tarazona, 21VIII-1660).
177.- ESCALERA PÉREZ, R., 1994, p. 29.
178 A.H.P.T., Juan Francisco Tejero, 1660, s. f., (Tarazona, 27IX-1660).
179.- A.H.P.T., Prudencio Ruiz de Pereda, secretaría de 1668, ff.
270-275, (Tarazona, 1-X-1668).
180.- A.H.P.T., Diego Çornoza, 1677, ff. 155 v.-158, (Tarazona,
25-VIII-1677).
181.- VALLEJO ZAMORA, J., 1992, pp. 38-39.
182.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1679-1680, ff. 156 v.-161, (Tarazona, 14-VII-1680).
183.- A.H.P.T., Pedro Brun, 1682, ff. 87 v.-91, (Tarazona, 21VIII-1682).
184.- CARRETERO CALVO, R., 2004, p. 206.
185.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1683-1684, ff. 307-309, (Tarazona, 1-VIII-1683).
186.- Ibidem, ff. 320-323, (Tarazona, 15-VIII-1685).
187.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1686-1687, ff. 245 v.-249, (Tarazona, 15-VIII-1686).
188.- Ibidem, ff. 212 v.-219, (Tarazona, 14-VI-1688).
189.- A.H.P.T., Francisco Lamata, 1689, ff. 295 v.-300 v., (Tarazona, 7-VIII-1689).
190.- A.M.T., Libro de actas municipales n.º 10 (1750-1752), s.
f., [ff. 77 v.-78] (Tarazona, 20-VIII-1751).
191.- A.M.T., Libro de actas municipales n.º 13 (1765-17661767), s. f., (Tarazona, 22-V-1767).
192.- A.M.T., Libro de actas municipales n.º 19 (1777-1779-17801781), s. f., (Tarazona, 26-VIII-1779).
193.- A.M.T., Libro de actas municipales n.º 20 (1781), s. f., (Tarazona, 11-VIII-1781). Documento citado en VALLEJO ZAMORA, J.,
1992, pp. 27-28. Ya en 1763 Asensio disentía de la celebración de
corridas de toros en la ciudad (A.M.T., Libro de actas municipales
n.º 12 (1762-1763), s. f.) (Tarazona, 23-IX-1763). Lo mismo sucedió
en 1766 (A.M.T., Libro de actas municipales n.º 13 (1765-17661767), s. f.) (Tarazona, 18-VII-1766), y en 1767 (ibidem, s. f.) (Tarazona, 24-VII-1767). Parece ser que en este último año los toros
habían logrado escaparse (ibidem, s. f.) (Tarazona, 6-X-1767). Documento citado por VALLEJO ZAMORA, J., 1992, p. 38.
194.- Ibidem, pp. 15-126.
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